Cuando el oficio se convierte en arte

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A lo largo de la historia se ha establecido una dicotomía, una disputa, un debate, entre lo que simbolizan tanto el arte como el oficio. Muchas veces han sido puestos en jaque, se los han diferenciado o asemejado. Lo cierto es que aunque muchas veces pueden parecer distinciones apartes, suelen encontrarse en algún punto en común.

El arte se promueve desde el ingenio, desde la creatividad. Mientras que el oficio surge del esfuerzo, de una profesión, desde el orden de las cosas y no desde una improvisación. Pero allí en el medio podemos encontrar el rol del artesano. Muchas veces, el arte es artesano, y muchas veces el oficio es artesano también. Es justo en ese momento, donde ambas cualidades se juntan y promueven la culminación de una discusión que poco sentido tiene. Solo disfrutar de ambas, nos hará aceptar y valorar a los dos procesos.

La relación entre el arte y los oficios

Cabe en nuestro caso, analizar la posibilidad del oficio cuando convierte a sus creaciones en artesanías. En lo escultórico reside esta injerencia. Y esta misma, se puede visualizar en múltiples ocasiones. Encontramos estos despliegues, en la funcionalidad de una casa, o simplemente en elementos decorativos. Muchas veces también, se adaptan estas esculturas para colaborar con obras de teatro u otros lenguajes artísticos.

La obra es lo que más le importa a un artista. Y aunque muchas veces, algunas profesiones viven a la sombra de sus propias obras, se alienan de sus elaboraciones, en otras ocasiones, de verdad es necesario valorar sus tareas particulares. Aún siguiendo un método, tal vez haciéndole honor a la ciencia o a la profesión, en muchos momentos el profesional requiere de inversiones, modificaciones, improvisaciones para dictar el carácter estético de la obra. Esa cuestión íntima, es lo que termina por convertirlo en un artista.

El constructor como artista!

Y existen muchos oficios que dependen de talentos para convertirse en artes. Los carpinteros, los marmoleros, los fundidores o los herreros. Desde las maderas, o los mármoles, se artifician los materiales, para evolucionar desde un objeto útil, hacia el diseño estético de algo único. Esta visión del constructor como artista, es novedosa, aunque sus labores ocurren desde tiempos arcaicos. Recién en la posmodernidad, se vuelve a encontrar el valor artístico, de forma social y no sólo económica, hacia estos profesionales.

La técnica, muchas veces requiere de un grado de perfección. Es en esa imperfección mínima, donde nace lo artístico, lo único. Pasa muy seguido con las figuras para herrería, que van más allá de una funcionalidad necesaria. El arte del sólo lucir y ser visto, se promueve en estas formas. No son protecciones, son artesanías que abundan en ciertos rincones de los hogares.

El cambio de paradigma ha sido radical. Hasta se dictan talleres de artes escénicas sobre las utilerías, que son dados por maestros de este tipo de oficios. Es tal la exponencia de estos “nuevos” artistas, que hoy por hoy existen realities, competencias, documentales, que muestran estas usanzas a un grado de talento que supera lo laboral para convertirse en el arte más puro, en el artesanal.