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Home Office ¿sí? o ¿no? Cada quien dirá… 

Está por cumplirse un mes de que fue publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el Proyecto de la Norma Oficial Mexicana PROY-NOM-037-STPS-2022 (NOM-037), la cual pretende regular el funcionamiento de la reforma de enero de 2021 a la Ley Federal del Trabajo (la LFT) en la que se establecieron medidas de prevención de riesgos que deben adoptar los patrones de personas trabajadoras que lleven a cabo sus actividades bajo la modalidad de teletrabajo, mejor conocido como home office.

La particularidad que tiene por haber sido publicada como proyecto es que se concede un lapso de 60 días para que cualquier interesado/a pueda presentar comentarios ante el Comité Consultivo Nacional de Normalización de Seguridad y Salud en el Trabajo, que es el órgano de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (la Secretaría) encargado de crear normas oficiales y que está conformado por representantes gubernamentales, patronales y de trabajadores, así como por representantes de instituciones académicas.

Computadoras, sillas ergonómicas, impresoras, y hasta pago proporcional de servicios de luz, y total de internet, son algunas de las obligaciones que se enlistan tanto en la LFT, como en la NOM-037 que, en el caso de la segunda, su instauración generaría una amplitud y mayores especificaciones y, en su caso, adiciones a las necesidades que realmente padecen quienes tengan que —o decidan— hacer de su casa, departamento, co-working, café, entre otras, su lugar de trabajo.

De acuerdo con datos de la Secretaría, alrededor de 13 millones de personas se encuentran en posibilidad de trabajar en modalidad virtual. No obstante, luego de la estabilización de la pandemia del covid-19 y del regreso a las actividades cotidianas, existe una tendencia que busca demostrar los factores que se pierden, o se pudieran llegar a perder, por trabajar mediante dicha modalidad.

Me explico.

Sin duda, existen múltiples beneficios para un trabajador que realiza sus actividades en home office pero, al mismo tiempo, no es ajeno el hecho de que puedan afectar elementos que tenemos como humanos, que solamente los pueden brindar las relaciones interpersonales de manera presencial.

Sin dar cuento ni mucha explicación, imaginémonos la rutina que tiene una persona que trabaja desde casa, a la de una que se tiene que preparar para ir a una oficina. Estamos de acuerdo que el beneficio puede abrirse para los dos caminos, de acuerdo con las circunstancias y el contexto individual.

Y es que, no es lo mismo, por ejemplo, en Saltillo, una persona que vive al sur de la ciudad y que trabaja en Ramos Arizpe, obviamente le convendría el home office. O como el caso para las personas que viven en Querétaro, pero trabajan en la Ciudad de México. Y ni se diga de las personas que, por temas de salud, o edad, el riesgo que se puede generar por acudir a una oficina —espacio cerrado— es alto.

¿Pero qué tal si el lugar de trabajo se encuentra a una distancia dentro del margen de lo tolerable y a Dios gracias no hay implicaciones de salud y/o edad? Para esos casos hay quienes opinan que el home office pudiera parecer incluso, hasta un capricho.

Otro argumento, interesante porque poco se ve, pero existe, es el sentido de pertenencia que generan las empresas. Durante los picos más altos de la pandemia, cuando aún no había vacunas y donde era inevitable y casi casi que inmoral no practicar el home office, hubo empresas que lograron implementar un sistema de apego para el trabajador, de tal manera que el impacto que sufriría el ambiente laboral fuera lo menos fuerte posible.

Lamentablemente no todas lo consiguieron. Y es en gran medida que por eso ahora, con base en reportes de agencias como Gallup (https://www.gallup.com/workplace/349484/state-of-the-global-workplace-2022-report.aspx?thank-you-report-form=1), se hable del gran desinterés que más del 80% de los trabajadores encuestados en toda América Latina tiene hacia con su lugar de trabajo.

De hecho, uno de los factores, más no el principal, que influyó para que en Estados Unidos se haya presentado el fenómeno social conocido como The Great Resignation, fue el desinterés y el estrés generado por la comunicación en la practicas subordinadas de manera virtual. Y es que, otro ejemplo, ¿que sería mejor? Recibir indicaciones face to face y que en caso de equivocarte la probabilidad de una retroalimentación en persona sea alta o, recibir un correo con instrucciones, y el único feedback sería una respuesta de gracias o no gracias.

Es interesante como pareciera que por aplicarse en México una medida así, generaría progreso, pero al mismo tiempo hay quien opina lo contrario. Y ojo, con lo anterior no se pretende llevar la tendencia a un lado de la balanza, ni mucho menos abonar a la actual y constante generación de encono entre dos puntos de vista completamente opuestos, ni la imposición de una creencia o ideología por creer tener superioridad moral sobre el resto (ya suficiente tenemos con lo que se vive Twitter). Simplemente es platicar un poco de la actualidad y de lo que pudiera ser, y al final, como en todo, cada quien dirá.

Reciban un saludo, muchas gracias.