Cacaraquear es fácil …
Tal vez por su edad avanzada, o porque nunca viene mal una mano, mi abuela nos asignaba algunas tareas domésticas cuando acudíamos a visitarla. Entonces, no faltaba la prima que soñaba de grande ir a trabajar y tener una persona que le ayudara con dichas tareas en casa. Luego ya no era una, éramos todas hablando de tener casa, coche, ayudantes, choferes y hasta llevar a mi abuela con nosotras a disfrutar de la holgada situación económica y estilo de vida relajado en cuanto a tareas domésticas se refiere. Mi abuela soltaba una sonora carcajada mientras decía «cacaraquear es fácil, lo difícil es poner» y del ensueño no quedaba más que el trapo de sacudir en nuestras manos.
Esta semana, se dio a conocer un nuevo peritaje acerca del caso de Debanhi Escobar, la joven que desapareció en abril en el vecino estado de Nuevo León. Según este nuevo dictamen, realizado por el Instituto de Ciencias Forenses y Periciales de la Ciudad de México, la causa de la muerte de Debanhi fue “asfixia por sofocación”. Surgen más dudas que certezas en este caso, ya que es la tercera vez que se realiza un pronunciamiento sobre la causa de muerte de la joven, y cada nuevo dictamen contraviene al anterior. Mientras tanto, el señor Mario Escobar, padre de Debanhi, exige a las autoridades «investigar con perspectiva de género y demostrar cómo se cometió el feminicidio» además de castigar a las autoridades que entorpecieron el proceso de investigación y el acceso a la justicia para su familia.
Por otro lado, a Luz Raquel Padilla, madre de un menor con autismo severo, la quemaron viva en Zapopan, Jalisco el sábado pasado y falleció la tarde del martes. Lo más terrible del caso, es que Luz había acudido a la comisaría de Zapopan a denunciar un ataque previo con cloro industrial y solicitar ser integrada al programa «pulso de vida» por las constantes amenazas de muerte por parte de su vecino, sin embargo, las autoridades consideraron insuficientes dichas amenazas para acceder al programa. «Pulso de vida» opera en Zapopan desde el 2019, en el portal del gobierno de aquella entidad se señala «cuando una mujer solicita un dispositivo pulso de vida la UAVI (Unidad de Atención de Violencia Intrafamiliar) realiza un diagnóstico para determinar si se encuentra en una situación de riesgo bajo, cuando no tiene contacto con el agresor, moderado, si aún mantiene contacto con el agresor, o alto, en caso de recibir amenazas y/o agresiones» luego de encontrar lo anterior, quién suscribe aún no se explica, ¿Por qué si Luz Raquel fue agredida y amenazada por su vecino, su solicitud de acceder al programa no prosperó? Además, en su mismo portal, Zapopan presume de ser el «primer municipio en instalar un Sistema Integral de Cuidados» para crear consciencia sobre el trabajo de cuidados, así como de las personas que cuidan y de las personas que requieren de ellos. Y surge un programa central «Nos toca cuidar» que atendería a cuatro grupos principales, adultos mayores, infancias, personas en situación de discapacidad y personas cuidadoras. También con este programa le fallaron a Luz y a su hijo. «La ciudad de las niñas y los niños» no trabajó a favor del interés superior del menor, al no proteger la vida de su madre, su principal cuidadora.
¿Qué tienen en común los casos mencionados? Además de ser mujeres, ser víctimas del sistema y la justicia patriarcal. Los gobiernos de todos los niveles les han fallado a éstas y a otras tantas mujeres de nuestro país, que cada día tiene más ordenamientos, institutos y fiscalías, pero operados bajo las mismas prácticas rancias de siempre. Seguimos a expensas de que el ministerio público «quiera» levantar la denuncia, que los congresos locales y federal «quieran» discutir y votar las iniciativas, que los jueces «quieran» aplicar las leyes. Si hoy nos faltan Debanhi y Luz Raquel, no es por falta de un orden jurídico que señale los derechos de las mujeres, sino por falta de voluntad política de aquellos que deberían obrar para operar dichas leyes.
Cómo decía mi abuela «cacaraquear es fácil, lo difícil es poner» y pareciera que, en México, más que instituciones, tenemos un corral de puros gallos.
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