Día vs Día
29 de mayo de 1985. Estadio de Heysel, Bruselas, Bélgica.
Final de la copa de europa entre el equipo Liverpool de Inglaterra, contra la Juventus de la liga italiana. Considerado en expectativa como uno de los mejores partido de la época, por la condición que guardaba el nivel de fútbol, no solo de los equipos que disputaban la final, sino por los dos países que representaban.
Conocida como la tragedia de Heysel, lo que comenzó como una rivalidad deportiva, terminó en una desgracia que dejó más de 35 personas fallecidas, siendo el inicio del fin de la pasión desmedida, y sin regulación, hacia un espectáculo.
15 de abril de 1989. Estadio de Hillsborough, Sheffield, Inglaterra.
Semifinal de la copa de Inglaterra entre el Nottingham Forest y el club de fútbol Liverpool. Fueron 96 las víctimas que se llevó la pasión, por ello que, al día de hoy —gracias a Dios—, sea considerada la peor tragedia dentro de un estadio en Reino Unido.
Los hechos antes mencionados, son el hito a la regulación para disfrutar un espectáculo deportivo -en especial el fútbol soccer- como la conocemos hoy en día.
Debido a los acontecimientos en Sheffield, en Inglaterra fue creado el Football Spectators Act -FSA-, impulsado de manera enérgica por la entonces Primer Ministro, Margaret Thatcher quien se encargó de poner un límite a la violencia innecesaria que se generaba torno a un juego.
Con dicha ley, se estableció que todos los espectadores deberían estar sentados, además de la eliminación de vallas en el perímetro de la cancha para evitar amontonamientos. También se implementó regularización sobre la venta de alcohol dentro de los estadios, junto con un registro e identificación obligatoria para todo aquel que formara parte de un grupo de animación -porra, barra, hinchada, etc-; así como la creación de un nuevo cuerpo de policía especial para operar dentro de los estadios, acompañado de la instalación de cámaras de seguridad dentro de los mismos y, sobre todo, de sanciones ejemplares para quienes sobrepasen alguna indicación y generen actos de violencia antes, durante y después del espectáculo deportivo.
Claro está, querido lector, que lo que hoy se comenta es debido a los hechos ocurridos el pasado sábado en el estadio Corregidora, en Querétaro. Y es que, vale la pena volver a hacer mención de estas historias porque, como cualquier otra, quien no la conozca estará condenado a repetirla, y vaya que nos tocó repetirla, y de qué manera.
Lo que si, es que, de lo ocurrido en los 80 ‘s, a lo de hace unos días, la conclusión generada por la mayoría de las personas debe ser la misma: que lo que se vivió no es un problema deportivo, sino un tema social grave.
Sin adentrarse u opinar respecto al posible fondo de la situación de Querétaro, queda claro que un sector de la sociedad mexicana mostró lo lejos que estamos de cambiar y evolucionar en actitudes que hace más de 30 años parecieran haber presentado sus últimas apariciones, pero lamentablemente la pasión irracional que afecta a terceros se sigue manifestando en lugares donde lo único que debería de importar es convivir, disfrutar y despejarse un poco de la rutina.
En cuanto a las sanciones, bueno, eso ya se verá. Solo como dato, de los hechos en el estadio de Hillsborough, no se obtuvo a ningún culpable y la impunidad reinó, como muchas veces pasa aquí. Esperemos que aquí si se demuestre madurez y se trate de una de esas veces.
Y sobre el futuro del fútbol en México, pudiera dar lo mismo. Hoy en día, en Inglaterra hay sectores de la población que repudian la administración de Thatcher, solo por impulsar el FSA, lo cual demuestra que los cambios dentro de un estadio son mínimos, a comparación de los que deben de implementarse en los partidos del día a día.
Reciban un saludo, muchas gracias.
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