HÉCTOR TREJO S.
Mixquic tradición y sincretismo heredado desde el México prehispánico
Beber un delicioso pan de muerto con un cafecito lechero es un ritual histórico y lleno de cultura, al menos el simbolismo del bollo, cuya elaboración conmemora a nuestros muertos, implica todo un concepto ceremonial, al observar que se coloca en los altares que honran la memoria de nuestros seres queridos.
Empezar el día con este ritual es fantástico y más, porque es el acto que da inicio a un espectacular viaje a la celebración mortuoria más conocida de la Ciudad de México y sus alrededores, me refiero a la que tiene lugar en Mixquic, un lugar donde todo parece renacer cada año, desde que se originó en el México prehispánico.
Un lugar muy sonado en esta temporada de Muertos, aunque a ciencia cierta, pocos conocen su ubicación, incluso quienes hemos tenido la dicha de visitarlo. Cada que acudimos debemos recurrir a las aplicaciones digitales de mapas que nos guían hasta ahí, pues debo decir que no es fácil llegar, ya que se encuentra en una parte de la Ciudad de México a la cual es complicado acceder; primero por la distancia y segundo por el trafical que ahí se genera.
El pueblito, llamado oficialmente como San Andrés Mixquic, es uno de los siete pueblos originarios de la alcaldía –antes delegación- Tláhuac, el cual colinda al sur con el estado de México, a unos cuantos kilómetros del municipio de Chalco… o para quienes no son de por acá, prácticamente donde comienza el trayecto campirano de la carretera México-Puebla.
De día todo se matiza de colores y formas plasmadas en papeles, flores y hasta vestimentas. Los lugareños, cuyo gentilicio es “mixquicas”, se sienten cómodos con la presencia de los turistas, que desde hace muchos pero muchos años los visitan, llevando recursos y prosperidad económica al pueblo y convirtiéndose ya, en parte de los festejos a los difuntos, habiendo creado una relación de interculturalidad, casi obligada, pero al final de cuentas simbiótica.
Es notorio el sincretismo religioso, pues el culto a la muerte, más en particular a los espíritus, ha sido honrado por la religión católica, que se consiguió consolidar entre los pueblos originarios en el siglo XVI, usando este tipo de rituales para imponerles características de santidad.
La llegada a Mixquic tiene varias etapas posteriores al tormentoso trayecto, pues como vamos en automóvil, hay que buscar un estacionamiento que nos brinde cierta tranquilidad, luego trazar una ruta para visitar todos los resquicios del pueblo, incluyendo la biblioteca, donde se puede uno encontrar algunos guías locales, que sin ser especialistas en la cultura popular, son maestros en sus tradiciones, pues las han heredado de muchas generaciones.
El día se puede disfrutar viendo exposiciones y ofrendas mortuorias montadas en espacios públicos y en casas que deciden mostrarlas a los visitantes. En el camino no es difícil chocar con cámaras de video de televisoras o de influencers, con fotógrafos que turistean buscando una imagen para su Instagram, procurando las actividades que año con año se realizan y que por sí solas sorprenden a los foráneos.
Por la tarde, la comida es abundante, un poco cara, comparada con los lugares cercanos al pueblo, pero no hay mucha opción, se tiene que recuperar energías.
La comida de los muertos en estos días es para los vivos. Afuera del cementerio, una verbena popular impacta en los sentidos. Los aromas a chile relleno, tacos de moronga (morcilla), quesadillas de huitlacoche, brochetas de carne, barbacoa, huaraches de bistec acompañados de papitas y un montonal de cosas más inundan el ambiente.
De la vista nace el amor… la comida es colorida, suculenta. Los complementos como cebollitas fritas blancas y moradas; salsas verdes, rojas y anaranjadas; saleros amarillos, rojos y azules; refrescos de uva, limón, naranja, fresa y hasta de cola, enamoran al caminante.
Los alimentos acentúan la delgada división entre la luz y la oscuridad. A las seis de la tarde, el ocaso va dejando ver de a poco, las luminarias que acompañarán nuestro camino por las calles y dentro del panteón, para presenciar las ofrendas que los familiares llevan a sus difuntos.
La iglesia y el camposanto están perfectamente señalados para entrar y salir, un hilo blanco, perfectamente perceptible, nos indica por donde tenemos que caminar para observar los rituales familiares de quienes han acudido al encuentro con sus almas en el panteón.
Nos aproximamos de forma respetuosa, sin interrumpir ninguna charla entre los familiares, solo observando con la luz improvisada de los celulares, que permiten a los mixquicas observar los detalles de sus tumbas, de sus ofrendas y de sus propios familiares que están con ellos, pues la luz de los faros y focos no es suficiente para observar en los espacios donde se generan sombras.
Marchamos por todo el panteón, mirando a los entusiasmados familiares, que esperan la llegada de las almas de sus seres queridos representados en fotografías, algunas de ellas muy añejas que delatan los años de su partida. Les traen lo que en vida disfrutaron como flores, platillos típicos, frutas de temporada, bebidas alcohólicas y por supuesto agua, velas, sal y copal, que representan los 4 elementos (agua, fuego, tierra y aire); acompañados en algunos casos de canciones o letreros curiosos que permiten un buen recuerdo del difunto.
Salimos del camposanto en compañía de una bella luna, casi tan grande como la palma de mi mano, regalo retrasado de octubre, pues dice la canción que “de las lunas la de octubre es más hermosa”. Echamos una última mirada al panteón y las ofrendas dominan el horizonte.
No resta más que agradecer el aprendizaje y partir respetuosamente del lugar para esperar a nuestros muertos en casa, donde ya les espera una ofrenda colmada de comida, pan, agua, dulces y unos copetines para que vuelvan gustosos al Mictlán.
Recuerde que viajar es un placer y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y lo invito a que me siga en las redes sociales a través de Twitter, Facebook, Instagram y Youtube como “Cinematógrafo04” o me escriba a mi correo electrónico trejohector@gmail.com cualquier comentario o sugerencia.
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