ESPECTADOR

 George Eastman: Luz y oscuridad

Los nombres de George Eastman e Ivar Kreuger, después de todo, merecen el respeto como hombres creadores, inventores, industriales y millonarios y al final de su vida suicidas nobles. Cual sea que haya sido su conducta ante la vida, dejaron algo para que el mundo fuera mejor y si el adiós no duele (como lo fue también con Thomas Alva Edison, pero sin suicidio), al contrario, conmueve los corazones y la alegría el volver a la madre tierra, con un amoroso adiós, bienvenidos a la madre de todas nuestras ideas, sueños y voluntades.

Debo confesar que mi afición a la fotografía es relativamente joven, pero ya con una experiencia de más de diez años que me hace sentir que estoy del otro lado, es decir, la del creador. Y me enorgullezco porque el fotógrafo no nace, se hace, aunque una vez le oí decir a mi madre que yo nací predestinado para algo, mi tarea era encontrar ese camino y ese cielo por el cual yo caminaría, y lo encontré en las letras, la música como también en la imagen.

La historia que contaré en esta ocasión es la del creador de la firma KODAK, la gran compañía de fotografía que George Eastman a lo largo de muchos años de arduo trabajo fue capaz de generar con ella una esperanza en el ser humano y sorprender al mundo, ya lo decía el mismo George a la prensa durante el fallecimiento de su amigo Edison; “Su muerte viene a cerrar una carrera que dio la pauta para una era sin par de inventos”.

George Eastman nació en Waterville, condado de Oneida en 1854, su vida es muy singular por la sencilla razón de que hijo del profesor George Washington Eastman y Mary Wilbourn, su padre fue uno de los primeros que estableció en el país colegios de paga. Se adelantó mucho para que los padres supieran del costo de la educación. Al morir su padre, George abandonó los estudios cuando apenas andaba en los 14 años de edad y se puso a trabajar para ayudar al mantenimiento de su madre y dos hermanas.

Muy joven se dedicó a diversas tareas y obtuvo un sueldo de tres dólares como mandadero. Unos años más tarde entró al escenario de los seguros y en 1874 obtuvo empleo como tenedor de libros de la Caja de Ahorros de Rochester. Para 1880, George Eastman había ahorrado cinco mil dólares y con ese capital dio inicio a sus propios negocios.

Paralelamente a estos esfuerzos por la vida, George estudiaba fotografía y hacía experimentos de manera particular. La cocina de la casa fue su primer laboratorio y fue donde mejoró las placas secas usadas habitualmente en su época. En 1879 decidió iniciar la fabricación de placas y contando con un ayudante, estableció su primera fábrica en un cuarto que estaba arriba de una tienda vendedora de piezas de música.

George trabajaba de día en un banco y de noche en su negocio y así con un amigo fundó la  Eastman Dry Plate Company donde su socio era el coronel Henry A. Strong. Esto ocurría en 1889 cuando en los Estados Unidos sólo había cincuenta comerciantes que se dedicaban a vender artículos fotográficos. Los fotógrafos aficionados eran pocos y fue entonces que George renunció a su trabajo cotidiano para dedicarse de tiempo completo a la fabricación de placas.

Su compañía hizo un contrato con varios comerciantes en la compra de placas que a través del tiempo éstas no sirvieron por lo que decidió cerrar la fábrica. El inventor Eastman se trasladó entonces a Inglaterra a trabajar en la fabricación de placas y saber un poco más de los secretos que guardaban y compró la mejor fórmula. Regresó a Estados Unidos para dedicarse de nuevo al negocio.

Eastman respondió con creces económicos a sus empleados. Catorce años más tarde instituyó el sistema de dividendos entre los empleados. Gracias a este sistema los servidores de Eastman tenían participación en las utilidades de la compañía. George era muy aficionado a la música y aunque no tocaba ningún instrumento, tomó providencias para que Rochester tuviese buenas audiciones. Creó el cuarteto Kilbourn, construyó el Teatro Eastman, el Kilbourn Hall, y la Orquesta Filarmónica de Rochester.

Sus donaciones se calculan en unos 90 millones de dólares para el Instituto Tecnológico de Massachussetts. Hubo otra donación de 23 millones 600 mil dólares para la Universidad de Rochester para fundar escuelas de música y medicina y el Colegio de Ciencias y Artes Liberales, y un tercer donativo de millón y medio y otro de millón a los institutos Tusquege y Hamplon, respectivamente. Estos dos últimos se dedicaban a mejorar la vida de los negros  norteamericanos. El dispensario dental de Rochester recibió dos millones y medio; el Fondo de la Comunidad recibió un millón 800 mil dólares y ofreció otras donaciones a instituciones de beneficencia.

En vísperas de la Primera Guerra Mundial de 1914, Eastman se hizo cargo de la elaboración de las materias primas fotográficas, pues la importación iba a verse muy pronto interrumpida por la guerra de Europa. En 1900 el Gobierno de Francia le otorgó la condecoración de Caballero de la Legión de Honor por sus trabajos en el campo de la fotografía. Más tarde se le nombró director de la Metropolitan Opera House de Nueva York.

A Eastman se le conoce con la frase: “Lo que hacemos en las horas de trabajo, determina lo que tenemos en el  mundo, lo que hacemos en las horas de juego, determina lo que somos”. Sus horas de recreo las dedicaba a la caza y a la pesca. Gustaba del teatro y solía dirigir el trabajo en su granja de Carolina. En 1926 hizo un viaje a África con el objetivo de conocer las selvas de aquel continente.

Fue presidente de la junta directiva de la Eastman Kodak Company, empresa cuyo capital ascendía a 200 millones de dólares. Lo curioso, y esto tiene que ver con el destino de los predestinados genios, que al morir el mismo Eastman, en marzo de 1932, dejara una nota escrita: “He terminado  mi tarea, por qué esperar más”.

Fue un hombre soltero que contaba con 77 años de edad, pocos parientes. No había ningún otro motivo por el cual suicidarse, y momentos antes de quitarse la vida de un disparo se despidió de su personal y amigos, repitiendo aquella frase dedicada a su amigo Alva Edison: “Su (nuestra) muerte viene a cerrar una carrera que dio pauta a una era sin par de inventos”

La prensa mundial difundió la noticia de su muerte y la de  Ivar Kreuger a quien se le conocía como el “Rey de las cerillas”, que es otra historia, por las grandes inversiones que hizo en la industria cerillera. Los dos eran ancianos y mientras, Ivar lo hizo por cuestiones económicas, Eastman sencillamente por viejas dolencias.