COMO DECÍA MI ABUELA

LEONOR RANGEL

“El que anda con lobos”…

Existen en nuestra cultura, frases y dichos llenos de sabiduría que escuchamos a menudo y aceptamos como dogmas, leyes dictadas desde nuestros antepasados que no nos atrevemos a cuestionar.

En mi entorno, cuando los adultos usaban esa frase, en especial mi abuela, nos hacían referencia a las malas compañías y los hábitos dañinos que podíamos adquirir con ellas.

No faltaba el amigo o amiga, que no era una “buena influencia” para nosotros o aquél que “andaba en malos pasos” que podían desviarnos de nuestro camino y era entonces cuando mi abuela sentenciaba:

El que anda con lobos…

Y todos escuchábamos con admiración, guardábamos silencio y hasta meneábamos la cabeza en señal de desaprobación. Pobre de aquél que se rodeaba de lobos.

Sin embargo, con el paso de los años, aprendí algunas cosas sobre estos cánidos.

En una ocasión leí que su manera de organizarse, al trasladarse de un lado a otro, tiene como objetivo mantener a todos resguardados, es por eso que los miembros más fuertes y jóvenes viajan a la punta y en la retaguardia, mientras que el resto viajan protegidos.

Pero lo que en verdad me impresionó, fue que los miembros más viejos viajan al frente de toda la manada, para así establecer un paso que todos puedan seguir, justo como mi abuela con sus frases y dichos.

Y mientras tanto, el alfa, viaja detrás, cuidando de todos.

Visto de este modo, hay muchas cosas que podemos admirar acerca de la organización de los lobos.

Mi abuela, tal vez no tuvo el conocimiento de cómo se organiza la jauría, sin embargo, tenía una inteligencia sagaz y gran sabiduría acumulada a lo largo de sus años y vivencias.

En ocasiones, imagino que sigue al frente marcando el ritmo y guiando mis pasos.

Es por esto que mi invitación es a andar con lobos, pero elegir muy bien a los miembros de nuestra manada.

 

Porque: “El que anda con lobos, a aullar se enseña”.

Y hay que aprender a aullar y aullar fuerte.