DOÑA TOLA Y LA GENEROSIDAD

JUAN ANTONIO MARTÍNEZ BARRIOS

El tráfago de la era moderna, el trajín que imponen los tiempos actuales, el sistema digital tan inevitable como impersonal, nos exponen a la pérdida de valores morales, de por sí tan escasos en la actualidad.

En estos tiempos de alta tasa de homicidios, de asaltos, de fraudes, de desconfianza entre los individuos de la comunidad apenas se asoman valores como la honestidad, el altruismo, la solidaridad, la generosidad, la amabilidad, la confianza… Parecemos más proclives, más predeterminados a acabar de dejar atrás a las cualidades mencionadas.

Por eso yo me siento afortunado de conocer a personas que se mantienen con esas cualidades. Como Tola (Eustolia), una señora que rebasa los 80 años y es un roble porque a pesar de los achaques propios de la edad, se mantiene incólume, íntegra física y mentalmente, pero sobre todo, moralmente.

Desconozco si abrace alguna doctrina o religión, pues nunca la escuchado referirse a Dios, pero es lo de menos, pues abraza un cúmulo de valores morales que ha inculcado con éxito a sus agradecidos hijos, a sus nietos y a sus bisnietos, que la visitan con regularidad y se turnan para estar con ella permanentemente. Ha sabido mantener la unidad familiar y son muy frecuentes las convivencias en su hogar.  Doña Tola es generosa, es altruista, es desprendida, es sumamente amable, sencilla y modesta. Y, además, muy platicadora. Hace de la solidaridad una práctica diaria. Lamenta que, como lo hacía en años pasados, ahora no pueda abrir la puerta a cualquier desconocido que toca pidiendo ayuda u ofreciendo algún producto en venta, debido experiencias amargas entre sus vecinos.

Originaria de Culiacán, mi amiga Tola vivió también en Nieves, Zacatecas y es lagunera y torreonense desde hace 50 años. Es faro y guía entre su familia, entre los vecinos y entre sus amigos, un faro de altruismo, de confianza, de solidaridad,  fundamentalmente de una extraordinaria y muy rara generosidad.

Me siento muy orgulloso de que  la señora Tola me distinga con su amistad y, por supuesto, de su contagiosa generosidad. Que viva muchos años más.

 

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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