Poniendo en riesgo su vida, cientos de brigadistas de diferentes instituciones combaten desde el pasado martes el incendio de la Sierra de Arteaga
Arteaga, Coah.- No es lo mismo ver un incendio desde kilómetros de distancia y opinar sobre cómo deberían apagarlo, que estar a un par de metros de las enormes llamas, luchando contra fuertes rachas de viento, intentando ganarle a un gigantesco monstruo que ha destruido todo a su paso en más de 3 mil hectáreas.
Desde el pasado 16 de marzo, cientos de brigadistas viven en la Sierra de Arteaga. Varias cabañas han sido convertidas en dormitorios de los “hombres de fuego”.
Despiertan a las 5:00 de la mañana para tomar un baño y almorzar. Preparan su mochila, sus zapatos de trabajo y sus herramientas.
A las 7:00 de la mañana, luego de la reunión de organización, son enviados en diferentes grupos a distintos frentes en la enorme extensión afectada por el incendio forestal en La Pinalosa.
Tras una capacitación y explicación de las medidas de seguridad e indicaciones para no interferir en las labores, EL HERALDO DE SALTILLO acompañó a un grupo de brigadistas para atestiguar el heroico trabajo que realizan.
Minutos antes de las 8:00 de la mañana, el grupo de ocho elementos de la Secretaría del Medio Ambiente (SMA) de Coahuila abordó un helicóptero MI-17 de la Guardia Nacional. ‘El Cabezón’, como le nombran los brigadistas, trasladó al equipo hasta la parte más alta de la denominada “Sierra de Rancho Nuevo”, en la parte poniente del incendio, a donde se ha extendido en los últimos días. Una zona de difícil acceso.
Los brigadistas dicen que saben bien lo peligroso del viaje, el vuelo se hace en condiciones de viento extremas, lo que dificulta el aterrizaje. Una vez en el punto deben bajar agachados y corriendo para salir de la zona en donde una hélice pueda golpearlos.
Hay que avanzar entre matorrales y sotoles, cargando sus machetes, azadones, picos y motosierras, además en sus mochilas llevan bebidas hidratantes y su lonche, porque la jornada completa es de al menos ocho horas.
La cuadrilla de brigadistas de la SMA es lidereada por Agustín Gutiérrez, un experimentado combatiente de las llamas que ha participado en cientos de incendios forestales en el estado y en el país.
Agustín es un hombre de carácter fuerte, buen organizador y con amplio conocimiento de cómo atacar un incendio. Y es que, contrario a lo que muchas personas creen, no son las aeronaves las que apagan este tipo de incendios, sino el trabajo a mano de los brigadistas.
Al llegar y reconocer la zona, el equipo de Agustín se topa con que aún hay fuego en algunas partes y la amenaza latente de que, con las rachas de viento, que cambian de dirección a cada momento, las llamas se aviven aún más y el incendio se extienda.
Al punto llega también un grupo de nueve habitantes de la comunidad de San Juan de los Dolores, encabezados por don Sergio Cerecero, han pedido sumarse como combatientes voluntarios, lo que Agustín acepta, siempre y cuando aseguren que trabajaran coordinadamente.
El equipo se fortalece aún más, pues el helicóptero de la Guardia Nacional hace dos viajes más para trasladar a 21 efectivos del Ejército Mexicano que también trabajarán bajo las órdenes de Agustín Gutiérrez.
En unos cuantos minutos el equipo de la Secretaría del Medio Ambiente de Coahuila define la ruta de trabajo: elaborarán una brecha cortafuego a mano, pues es imposible que algún bulldozer suba hasta ese punto de la sierra.
Al frente avanzan quienes traen motosierra, cortando cualquier arbolado en tres metros de ancho, detrás de ellos va otro grupo de brigadistas de SMA, los habitantes de San Juan de Dolores y algunos soldados, cortando arbustos y ramas con machete en mano, quitándolos del camino para dejarlo limpio. A la zona quemada va el material caliente y en frente todo lo frío.
Muchas de las ramas tienen espinas, lo que ha causado heridas en muchos de ellos. Además, tras cortar con sierra y machete en el piso quedan una especie de estacas con los troncos de los árboles pequeños, por lo que el avance en la zona debe hacerse extremando precauciones para no resbalar.
Al final de la cuadrilla avanzan los elementos restantes del Ejército Mexicano, su labor consiste prácticamente en limpiar la zona de material caliente en el piso, para que la brecha se vuelva más efectiva.
Luego regresan los brigadistas de SMA para retirar el rescoldo, que es la braza diminuta que se oculta entre la tierra.
Pero el avance no es tan fácil, la brecha se hace en una pendiente de la sierra, cuesta abajo, además, las condiciones del viento no son para nada óptimas, pues las llamas se encuentran frente a donde se trabaja.
En cuestión de minutos se incendian enormes árboles, lo que hace que los brigadistas se replieguen a la parte fría. Algunas veces los árboles caen por si solos, pero si no pasa, Agustín toma una motosierra y se acerca al tronco para cortarlo, luego un par de sus compañeros empujan con sus herramientas para que caiga del lado caliente y no afecte el avance.
El humo es también factor en contra, pues a pesar de los cubrebocas o paliacates para cubrirse el rostro, se vuelve sofocante el olor a pino quemado.
Luego las llamas suben en enormes columnas, sobre todo cuando inician en los arbustos secos y se pasan a las copas de los árboles, lo que los brigadistas denominan “incendio de escalera”. Cuando esto pasa por medio del radiocomunicador solicitan a los helicópteros hacer una descarga de agua con retardante en la zona.
El helicóptero se acerca y abre el helibalde justo en el punto, la mayoría de las veces acierta totalmente. Esa acción da unos cuantos minutos a los brigadistas para actuar de inmediato y mover todo el material a la parte caliente, pues volverá a arder, pero es mejor que lo haga en zona ya siniestrada.
La jornada de combate dura al menos ocho horas, en ese tiempo, sin necesidad de maquinaria pesada, los 37 brigadistas del frente fabrican una brecha de más de 800 metros.
“Le hemos hecho frente aquí. Ustedes han visto que nos arriesgamos a hacer las brechas y caminos para salirle a la lumbre y tratar de sofocarla. Es un riesgo, en ratos hay que huirle a un área de seguridad, porque la lumbre no nos espera. Tenemos que usar muchas estrategias para trabajarle a la lumbre, si no ella nos gana sobre la línea”, menciona Agustín Gutiérrez.
UN TRABAJO PARA LOCOS
Además de Agustín, en la brigada de la SMA participan Gabriel Rodríguez, Raudel Zapata y su hermano Héctor Zapata; así como Homero Gutiérrez y su hijo Juan Daniel Gutiérrez, José Álvarez y Jesús Torres.
Ellos son solo algunos de todos los héroes que durante estos días han luchado por rescatar la sierra, son los hombres de fuego.
El ambiente entre ellos es de compañerismo y fraternidad se cuidan entre ellos a pesar de que son experimentados brigadistas con muchos años en el tema de incendios forestales.
Dicen que, la mera verdad, este trabajo es para locos, pues quién le va a andar entrando a estar cara a cara con el fuego, lejos de su familia y durmiendo fuera de su casa.
“No queremos que se nos quemen nuestros bosques, son pocos los que tenemos y son nuestros pulmones”, dice Homero Gutiérrez.
El cansancio es visible en sus rostros, pero jamás dicen que están cansados, a pesar de que cuando se creía que todo estaba terminado hubo que regresar a combatir las llamaradas que amenazaron con ‘brincar’ la brecha en la que se trabajó durante el día.
Durante la jornada varios elementos del Ejército terminan rendidos entre la poca sombra de los arbustos, esto parece una guerra en territorio propio.
Los zapatos se acaban, las suelas terminan quemadas por lo caliente del piso, pues el calor corre por las raíces, provocando que humo salga de entre la tierra.
La comida que cargan en sus mochilas sabe a manjar en lo alto de la sierra, se tienen unos cuantos minutos para sentarse en un tronco o una piedra a comer e hidratarse, para tratar de detener lo menos posible los trabajos.
VENIMOS A CHINGARNOS LA LUMBRE
Don Sergio Cerecero agarró ‘sus chivas’ (así les dice a sus herramientas) y les dijo a sus amigos que lo acompañaran en sus mulas para unirse a los combatientes en el incendio. Es habitante de la comunidad San Juan de los Dolores, cercana al punto de la sierra que se incendia.
El hombre de 60 años, delgado y de estatura baja, usaba solamente su sombrero vaquero como protección, y así, sin miedo a absolutamente nada, lo mismo cargaba los pesados troncos para moverlos del camino, que apagaba con ramas el fuego que amenazaba con cruzar la brecha.
“Somos voluntarios del ejido San Juan, aquí andamos echando la mano. Nos nace venir, nosotros no queremos que se queme esto, tan verde y bonito que estaba”, indica don Sergio.
“Venimos a chingarnos la lumbre, le vamos a dar en su madre y no vamos a dejar que llegue a nuestras tierras”, agrega.
Es un líder nato y excelente motivador, apenas veía a alguien flaquear y lo animaba, no dejaba de cantar y subió y bajó los 800 metros brechados al menos 5 veces.
-¿Pues de dónde le sale tanta fuerza?, se le pregunta a los compañeros.
-Ese viejo ya está corrioso, responde riendo su amigo Inés.
SI SUPIERAN LO QUE PROVOCARON
Justo cuanto estaban a punto de retirarse del lugar, satisfechos por haber logrado la misión de construir la brecha en este difícil punto, una llamarada de grandes dimensiones se levanta al centro y comienza a correr entre los arbustos, desesperados varios soldados y brigadistas intentan ganarle al fuego, retirando arbustos y cortando árboles de enfrente, pero es inevitable, en cuestión de minutos las llamas se propagan y se acercan a la brecha, inteligentemente los brigadistas logran cortar su paso al quemar la línea y combatir fuego con fuego.
Pero este monstruo es terrible, es el enemigo más duro de vencer, pues sube a las copas de los árboles y así cruza la brecha.
Homero Gutiérrez se agarra la cabeza y ve como una parte del trabajo realizado se destruye nuevamente por el incendio, voltea con el reportero y le dice: “qué bueno que nos acompañó hoy, para que vea todo lo que provocaron quienes causaron esto”.
“Para nosotros es combatir, hacer la liquidación, terminar con esto, desafortunadamente ahorita, como usted ha visto, le echamos muchas ganas, pero el viento no nos ha ayudado, y a parte por el tipo de combustible que es demasiado, está tapizado de combustible. Aquí la llevamos, esperemos que ya no nos gane el viento, para seguir con el combate y terminar con esto”, señala Homero Gutiérrez.
El helicóptero llega por fin, regresan a tierra los brigadistas, con el rostro de impotencia y desesperación, deben regresar al siguiente día, otra vez, a luchar contra las llamas que provocó una descuidada persona por prender carbón en la sierra. Es lamentable.
“Tenemos que cuidar el medio ambiente, la naturaleza. Aquí nos verá, tenemos que ganarle a la lumbre, porque no nos podemos rendir, somos brigadistas y tenemos que salir adelante”, finaliza Agustín Gutiérrez. (JOSÉ TORRES | EL HERALDO)
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Reportero Multimedia. Periodista de barrio y contador de historias apasionantes.
Premio Nacional de Comunicación "José Pagés Llergo" 2017.
Premio Estatal de Periodismo 2015, 2016, 2017 y 2018.
Premio de Periodismo Cultural UAdeC 2016, 2018, 2021 y 2023.
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