A raíz de la contingencia sanitaria por el COVID-19, el uso de cubre bocas se estableció como una de las medidas más efectivas para evitar los contagios de esta enfermedad, sin embargo, la utilización de estos productos en su presentación desechable, está provocando un problema de contaminación que genera graves riesgos para la población en general.
Mediante un recorrido efectuado por EL HERALDO en la calle Urdiñola, al sur de la ciudad, en el tramo que va del centro comercial Nogalera hasta el bulevar Felipe J. Mery, se encontraron desechados en plena vía pública un total de 21 de estos productos, mismos que son arrastrados por el viento, pisoteados por la gente e incluso olfateados y mordidos por animales callejeros.
Pese a las recomendaciones hechas a través de los medios de comunicación, en el sentido de que una vez utilizados los cubre bocas desechables éstos deben ser cortados en trozos para ser finalmente depositados en una bolsa plástica, muchas personas lamentablemente pasan por alto esa disposición y en forma deliberada los arrojan a la vía pública, convirtiéndolos en un verdadero foco de infección, y de propagación del COVID-19, en el peor de los casos.
Dicho problema es visible no solamente en Saltillo y en todos los centros urbanos, sino también, como se ha informado recientemente por Forbes México, miles de mascarillas son arrojadas a los vertederos y océanos de todo el mundo, provocando una vez más la alteración de los ecosistemas orientados a su destrucción.
La publicación señala que si bien una mascarilla promedio tiene un peso de 30 a 150 gramos, dependiendo del modelo y las capas que incluya, cada mexicano (que labore cinco días por semana) estaría desechando en promedio más de un 1 kilo de mascarillas cada dos semanas, más los 14 kilos que produce cada habitante. (México arroja aproximadamente 1.2 kg de basura por habitante al día).
Ante esto, agrega Forbes, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) aconseja no tirarlos en la calle sino en un centro de reciclaje, o de lo contrario 10 millones de mascarillas estarían en el medio ambiente cada mes, lo que es sumamente grave ya que una mascarilla tarda más de 400 años en desintegrarse (ÁNGEL AGUILAR)
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