QUE NO SE ESFUME EL FUTURO

 Desde ya se anticipa que los efectos de la crisis económica que se detona con la contingencia sanitaria, además de alcanzar a todos los países, al menos en el caso del nuestro se resentirán a todos los niveles. Sin embargo, hay un grupo en el que se debe poner atención pues de acuerdo con los indicadores que se tienen hasta ahora es en el que se ha dado el mayor número de despidos, y este es el de los jóvenes menores de treinta años.

Tanto en las mediciones del Seguro Social como en las del INEGI se establece que el cincuenta por ciento de quienes han sido desempleados son menores de treinta años, y el resto se reparte entre otros grupos de edad.

El fenómeno, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo se está dando en forma similar a nivel global.

No se explican las razones de ello, pero dos elementos deben estar jugando en esa decisión de las empresas, uno es que trabajadores más jóvenes seguramente tienen una menor antigüedad laboral y su liquidación genera un costo menor; el otro, que si su incorporación productiva fue más reciente, se ha invertido menos en su capacitación, y a los empleadores les conviene conservar a los que están mejor preparados, pues su eventual sustitución implicará una curva de aprendizaje.

Pueden ser esas u otras razones, pero lo cierto es que son los menores de treinta a los que se está despidiendo en mayor cantidad.

¿Quiénes son esos jóvenes?, los nacidos en la década de los noventa, muchos de ellos por ejemplo no vivieron la crisis de 1995 porque no habían nacido, o en todo caso eran niños de corta edad.

Para la crisis de 2009, muchos estaban en plena adolescencia, y algunos otros entrando apenas a la mayoría de edad.

Esta que se anticipa será la más severa crisis en décadas, la más profunda y de más lenta recuperación, será para ellos la primera y los toma en una etapa de su vida en que están formando una familia y construyendo su patrimonio.

Ya lo decíamos al principio, la crisis alcanzará a todos, pero preocupa este sector por los efectos sociales que puede haber el que en esta etapa de su vida les llegue un golpe de esta magnitud, pues para nadie es desconocido que las dificultades económicas detonan conflictos familiares con lo que pronto por ejemplo podríamos estar viendo una escalada en el número de divorcios.

El asunto no es menor, ya teníamos en Coahuila serios problemas de violencia intrafamiliar; alta incidencia de suicidios; preocupantes cifras de embarazos adolescentes, por citar solo algunos problemas sociales, y hoy se presenta esta circunstancia que vulnerará aún más a la institución familiar.

Hay más datos que nos pueden ayudar a darle contexto. Hasta el mes de abril, casi el setenta por ciento de quienes estaban comprando vivienda, al menos en Saltillo, eran justamente personas de entre veinticinco y treinta años, y desde luego las estaban comprando con créditos hipotecarios a pagarse en veinte o más años.

Cuántos de los que compraron casa, que estaban en el momento de planear futuro, adquirir compromisos de largo plazo, están hoy sin empleo o lo estarán en los próximos meses.

Al margen de el impacto económico por el coronavirus, tenemos también que ya en los meses anteriores se advertía un preocupante incremento en la cartera vencida del Infonavit.

Según los datos que se conocen, por muchos años la cartera vencida se mantuvo relativamente estable, y a partir de agosto del año anterior comenzó a crecer, en porcentaje de créditos en mora, y prácticamente se ha duplicado.

A marzo de 2019 eran poco más de 293 mil créditos en mora, y para marzo de este año ya eran más de 532 mil.

No se trata de dibujar escenarios catastróficos por un afán de pesimismo o derrota, sino como un intento de llamar la atención sobre prioridades a atender para evitar que el daño social sea menos severo.

Organizaciones, como la Internacional del Trabajo, que miden lo que está pasando y visualizan lo que puede desencadenar, sugieren priorizar medidas de reactivación que generen una gran cantidad de empleo, respaldadas por políticas y sistemas de protección social más amplios y solidos, y para una recuperación efectiva y sostenible sugieren paquetes de estímulo y medidas de alivio del endeudamiento.

El momento demanda de inteligencia y creatividad en los gobernantes, pues recurrir a los mismos esquemas proteccionistas y clientelares no resultará en una solución de fondo, y de una sociedad sensible y solidaria.

La llamada nueva normalidad no implica entonces únicamente formas diferentes de trabajar y convivir, reclama sobre todo un profundo cambio de actitud, personal e institucional.

edelapena@infonor.cm.mx

 

Autor

Eduardo De la Peña de León