La prensa sí construye democracia
A nadie debe sorprender que la Cuarta Transformación ha llegado a la velocidad de no retorno. Sin importar lo que suceda, este movimiento político está obligado a despegar y solucionar cualquier problema en el aire, porque no hay más espacio en la pista para frenar. Cualquier intento de mirar hacia atrás y desairar el horizonte, sería como regresar al pasado, intentar reconciliarse con aquellas prácticas autoritarias que se han criticado hasta la saciedad.
Asimismo, querer frenar la aeronave, es decir, pretender transformar la vida pública del país, sin garantizar o respetar las manifestaciones democráticas de los ciudadanos, actores políticos y medios de comunicación, confirmaría la sospecha de que en la 4T subyace una contradicción ideológica —transformación-autoritaria—. Lo anterior, traería consecuencias adversas para una nación que aspira a consolidarse como una democracia plena y sin adjetivos.
Para muchos, el arribo de la 4T al poder significó un reinicio de la democracia en México, un nuevo comienzo, afirmaron algunos. Sin embargo, tal parece que la elevada legitimidad de la que goza entre los ciudadanos, podría estrellarse con la realidad, en donde las prácticas autoritarias y los rasgos dictatoriales sufren el mismo rechazo de siempre. Por lo tanto, recuperar no la vocación trasformadora que nadie cuestiona, sino la reputación democrática es quizá el mayor desafío que, en términos políticos, enfrentará Morena previo a las elecciones federales de 2021.
División de poderes, elecciones libres, gobierno transparente y participación política son algunas de las conquistas democráticas más importantes de los ciudadanos en los últimos veinte años. No obstante, una democracia plena se nutre también de un componente que parece quedar fuera de la agenda democratizadora de la 4T: la libertad de prensa.
Esto es, para que un gobierno garantice mejores resultados en los indicadores de la gobernación, además de la división de poderes y de una ciudadanía activa, se requiere de un sistema de medios de comunicación plural, amplio, libre y profesional. En este escenario, los medios ponen a disposición de la población, desde distintos ángulos y puntos de vista, las opiniones de sus columnistas y los reportajes y análisis de sus periodistas, sin la desacreditación sistémica por parte y a encargo del poder político.
En última instancia, en una democracia plena, no es el poder quien debiera calificar a los medios, sino los propios ciudadanos quienes, en un ejercicio de libertad, acreditan o desacreditan la información contenida en los periódicos. Sin menoscabo, por supuesto, de que el gobierno en turno, aporte sus argumentos, razones y evidencias que contrarresten o aclaren las opiniones y noticias expresadas en los sistemas de información.
Para confirmar lo anterior, basta con realizar una sencilla comparación entre la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa, publicada por Reporteros sin Fronteras, y el Índice de Democracia, elaborado por The Economist. Al contrastar ambas mediciones, es fácil darnos cuenta que aquellos países que han consolidado su sistema democrático y de gobierno, gozan también de los más altos índices de libertad de prensa.
Los países que ocupan las mejores posiciones en el Índice de Democracia, que incluye, entre otros aspectos, la capacidad del gobierno, el pluralismo y la participación política, son también los que destacan por un mejor desempeño en el ejercicio periodístico. Estas naciones, la mayoría europeas, se caracterizan por la ausencia de agresiones a periodistas y por la independencia, la transparencia y el ambiente de respeto para que realicen con libertad su función de opinar, investigar e informar.
Por ejemplo, en las mediciones más recientes, Libertad de Prensa (2020) e Índice de Democracia (2019), Noruega ocupa el primer lugar en ambas. Finlandia se ubica en el segundo lugar en la primera, y en el quinto en la segunda. Suecia tiene el cuarto lugar en desempeño periodístico, y el tercero en democracia y capacidad de gobierno. En cambio, México, que es considerado por el The Economist como un país con un sistema democrático imperfecto, ocupando el lugar 73 de 167 países analizados, también se caracteriza por ofrecer condiciones negativas para el desempeño periodístico, ocupando el lugar 143 de 180 países en la clasificación de Reporteros sin Fronteras.
En otro momento de la historia política de México, cuando gobernaron el PRI y el PAN, quienes actualmente se encuentran en el poder no hubieran tenido dudas de situarse del lado de la prensa crítica e independiente. En ese periodo, Morena no puso en tela de juicio a las investigaciones periodísticas de la Casa Blanca y la Estafa Maestra; hoy este respaldo parece vago e incluso contradictorio, como lo muestran las descalificaciones al trabajo periodístico durante la presente administración.
El problema es que la prensa se lee desde el poder con los anteojos ideológicos siempre puestos, y se le considera cual si fuera un adversario político.
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