Se sabe que el COVID-19 impacta de manera diferente a las personas. En algunos casos es fulminante, pero en otros pasa como sin nada, “asintomático” le dicen los doctores. Al parecer, este fenómeno se comporta similar con la aprobación de los gobernantes. A algunos mandatarios el virus les ha demolido la popularidad, a otros les ha pasado de largo, y a otros les ha permitido mejorar su imagen. ¿Por qué la disparidad?
Pues, cuando hay un desastre natural, un gobernante enfrenta una prueba a su credibilidad con una desventaja grande: si responde mal a la catástrofe, será visto en lo subsecuente como insensible, ineficiente, o pusilánime. Si hace un buen papel, difícilmente se le reconocerá el mérito, el cual es típicamente atribuido a la solidaridad de la sociedad civil.
¿Recuerdan cómo se vio rebasado Miguel De la Madrid en el temblor de 1985? De hecho, esa actitud gris marcó su legado, mientras que hasta el día de hoy nos queda en la memoria colectiva la unidad con la que actuaron los ciudadanos sin esperar nada del gobierno.
Ante el desastre, la sociedad atraviesa un proceso de duelo, en el que hay conmoción, miedo, ira, aceptación y resiliencia. Ahí es cuando el ciudadano debe sentir al gobierno empático, preparado para mantener el orden durante el caos, y como un actor capaz de mitigar el sufrimiento y contener el pánico que genera la debacle a través de información confiable.
El caso del Coronavirus es una crisis prolongada, como tipo una carrera de resistencia, en la que hay que transmitir esos elementos de manera constante y permanente. Evidentemente, todos los símbolos y señales comunican. La aprobación de AMLO, por ejemplo, se vio afectada cuando propuso combatir la pandemia con amuletos.
A Trump, a pesar de que mantiene su aprobación relativamente estable, la reelección se le ha complicado, porque los más de 100,000 muertos por COVID-19 y casi 39 millones de desempleados en su país, han puesto en evidencia su incapacidad. A Shinzo Abe, primer ministro de Japón, Jair Bolsonaro de Brasil y Vladimir Putin también les ha hecho mella el virus en su aprobación.
Pero también hay mandatarios que salen fortalecidos de la crisis: el primer ministro de Australia, Scott Morrison, Justin Trudeau de Canadá, Angela Merkel de Alemania, y Jacinda Ardern de Nueva Zelandia; es decir, los países donde el discurso y las acciones gubernamentales son transparentes, sustentadas en lo técnico y empatan con el sentir ciudadano. Ese es el remedio que ha resultado más efectivo para aliviar la “Coronaprobación” de los mandatarios.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael.
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