Aunque me juzguen mis amigos historiadores, pero yo creo que la historia es un cúmulo de repeticiones de hechos y reciclaje de personajes. Hace algunos años vimos a Doña Angélica “todo es producto de mi trabajo” Rivera, sermonear al país por los cuestionamientos hacia la famosa propiedad de las Lomas, además de la pantomima de investigación dirigida por el entonces Secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade.
No hay delito que perseguir, dijo el exfuncionario. Y a 5 años de ese penoso caso de impunidad, hoy volvemos al mismo circo. Manuel Bartlett, símbolo y artífice del periodo neoliberal ha sido exonerado por la actual Secretaria de la Función Irma Eréndira Sandoval y cubierto por el manto protector del espaldarazo presidencial.
Al igual que el caso de la exprimera dama de México, la explicación que brinda el actual Director de la Comisión Federal de Electricidad sobre el patrimonio de quienes le rodean resulta inverosímil. Pero resulta aún más increíble que la administración que navega con la bandera del combate a la corrupción, caiga en la misma práctica de impunidad que tanto criticaba cuando estaba en campaña.
El caso de Bartlett demuestra que hay cosas que no cambian, por más que se nos intente vender una división entre el periodo neoliberal y la Cuarta Transformación. La justicia sigue siendo selectiva. La ley se aplica sólo a quienes ya no les son útiles al sistema. Algunos entran como Elba Esther Gordillo, Napoleón Gómez Urrutia, y el mismo Bartlett, otros salen como Rosario Robles y Carlos Romero Deschamps. Los nombres pueden variar, pero las funciones de cada uno de ellos se repiten. Son personajes cíclicos.
La supervivencia de cada uno de ellos depende en gran medida de la cantidad de intereses que representa, porque en la política los favores es la moneda de cambio. Por ello, no se trata de preguntarnos si Bartlett es corrupto o no, eso que lo juzgue la opinión pública, sino de saber qué favores se le deben, que hasta el presidente sale en su defensa y asume el costo de los ataques por esta incongruencia.
Dicen que quien no conoce su historia, está condenado a repetirla. En nuestro caso pareciera ser que no hay memoria histórica, porque la vivimos una y otra vez. Más allá del discurso de promesas de cambio, la realidad nos vuelve a alcanzar con los mismos fantasmas. Esos que llevaron a López Obrador a la presidencia.
Virgilio o Eréndira, Manuel o Angélica, una casa blanca o 27 propiedades, da igual. El sistema no se transforma, sólo se recicla con el paso de la historia.
Israel Navarro es estratega político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter: @navarroisrael
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