INDICADOR POLÍTICO

Lo que el PIB quiere decir: no hay riqueza para repartir, sólo subsidios

A pesar de que existe una corriente internacional que quiere desdeñar su significado, el Producto Interno Bruto (PIB) o Producto Nacional Bruto (PNB) es de manera simple la suma de los bienes y servicios producidos cada trimestre o año por una economía. Es decir: la riqueza producida.

Y luego del PIB/PNB viene otra cifra que los economistas de todos los gobiernos del mundo quieren ocultar o magnificar: la distribución del ingreso entre personas, sectores y comunidades; es decir, a dónde va la riqueza producida.

El PIB mexicano en los primeros nueve meses del año o tres trimestres fue de 0.0% y debe cruzarse con la meta señalada por los Criterios Generales de Política Económica del gobierno mexicano para 2019 y 2020: 2% para 2019 y 2020, como punto de partida para cumplir la meta oficial de 4% promedio anual en todo el sexenio.

A partir del PIB real de 2019, esa meta ya no se va a cumplir. Si el PIB de todo el año crece 0.0% a -0.3%, el del 2020 no podría llegar a 1% porque implicaría un estímulo artificial e inflacionario para la economía. Por lo tanto, para el bienio 2021-2022 que debía de ser 4%, en la realidad podría quedar en 2% o menos.

En fin, que la danza de las cifras es especulativa, pero basados en los resultados reales de 2021 y 2022. Por eso los Criterios 2020 de Hacienda, pese al compromiso presidencial de 4% promedio anual en el sexenio, percibieron el promedio 2.7% como meta, aunque en la realidad tendría que ser de 2.3% hacia abajo, compatible con el 2.2% promedio anual del ciclo neoliberal 1983-2018.

El peor sexenio del PIB fue el de Miguel de la Madrid 1983-1988 porque fijó una tasa anual promedio de 0.03%, es decir, el sexenio de crecimiento Cero. El costo social fue la acumulación de seis años de demandas insatisfechas: salarios, empleo y bienestar. La desigualdad social existente hoy en día –80% de mexicanos con restricciones sociales y apenas 20% sin problemas– viene del sexenio delamadridista.

El PIB en 2019 no creció porque la política económica no quiso que creciera; por un lado, el gasto público se orientó a programas asistencialistas no productivos ni generadores de demanda efectiva y por otro el presupuesto no quiso ser la locomotora del crecimiento económico. Dinero fiscal hubo, aunque no para producción.

El sistema productivo mexicano es paradójico: el 85% de la inversión productiva es privada, pero requiere que el 15% de inversión pública genere producción efectiva. A lo largo del 2019 los inversionistas privados prometieron miles de millones de inversiones, pero nunca se consolidaron por falta de estímulo público.

El PIB, quiérase que no, no sólo es un indicador de la riqueza producida, sino que exhibe la dinámica del crecimiento económico. Sólo para crear el millón anual de nuevos empleos en el sector formal de la población económicamente activa, la economía necesita crecer 6%; de ahí que el 0% de PIB sea cero empleos formales y para el año 2020 habrá demanda laboral del millón no creado más el millón nuevo. Así funciona la economía. Hoy en día el 57% de la población ocupada lo hace en la informalidad por falta de creación de empleos productivos.

La economía mexicana ha tenido dos sexenios de grave crisis económica con efectos sociales: el 0% promedio anual de PIB con De la Madrid dejó 6 millones de nuevos mexicanos sexenales en la planta laboral sin empleo formal y pululando en la informalidad; y el alza de tasas de interés en 1995 con Zedillo produjo una pérdida de bienes muebles e inmuebles de millones de mexicanos y una disminución de bienestar por el ajuste anticrisis que iba a tardar casi 30 años en recuperarse.

El presupuesto de egresos para 2020 no refleja inversión productiva, salvo algunos programas de inversión pública de emergencia para cerrar 2019, aunque sin garantías de estimular el PIB generalizado. El PIB de la construcción en los nueve meses de 2019 fue de -4.7%, lo que indica la falta de un motor para las actividades productivas.

El PIB, en la economía, no es un indicador del montón; es la cifra por excelencia para mostrar si una economía produjo bienes y servicios; el México idílico de 1934-1982 con su 6% de promedio anual de PIB cuando menos generó riqueza, aunque los indicadores de la distribución del ingreso nacional no reflejaron un reparto equitativo, sino la concentración de la riqueza en el 20% de la población con el mismo valor de la riqueza que le tocó al 80% restante de la misma.

El problema de la política asistencialista radica en el hecho de que reparte dinero con efecto en el corto plazo y no genera empleos productivos.

 

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El Heraldo de Saltillo
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