Los resultados de esta investigación podrían tener implicaciones en el desarrollo de analgésicos más eficientes para tratar a pacientes con fibromialgia.
Ciudad de México.- El estrés crónico genera cambios en las sustancias químicas relacionadas con la función de las neuronas, esto se traduce en alteraciones del sueño, ansiedad, depresión y un aumento de la percepción del dolor. Estudiar dichos efectos en la salud resulta necesario, en especial porque la población de las ciudades está expuesta, diariamente, a diferentes situaciones que resultan estresantes.
Vinicio Granados Soto, del Departamento de Farmacobiología de la Sede Sur del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), identificó que al bloquear a una de las moléculas encargadas de alertar al organismo ante un daño potencial o a su receptor, se puede disminuir el dolor ocasionado por el estrés crónico.
El investigador, junto a su grupo de trabajo, descubrió que al inyectar glicirricina, una molécula que se encuentra en la raíz de la planta llamada regaliz (utilizada como edulcorante), se redujo el dolor en el modelo animal que formó parte del estudio.
La sensación dolorosa también disminuyó al aplicar una proteína (anti-HMGB1), la cual reconoce específicamente a la molécula en cuestión y a LPS-RS capaz de inactivar a su receptor.
El estrés puede ser definido como una condición sicológica caracterizada por la falta de información para prevenir eventos futuros con una sensación de no de control y ansiedad ante una amenaza real o imaginaria. Dicho proceso tiene tres elementos: el estresor, la percepción del estrés y la reacción del organismo a éste.
Se sabe, continuó el integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, que las moléculas llamadas alarminas se generan como una respuesta del sistema inmune ante diversas situaciones del ambiente o a cambios internos del organismo que representan peligro.
En un momento de estrés se produce cortisol, esta hormona activa a los receptores glucocorticoides, responsables de regular a los genes implicados en el desarrollo, el metabolismo y la respuesta inmune, mismos que liberan a la alarmina HMGB1.
Ésta actúa sobre un tipo de células del sistema nervioso (microglía) encargadas de enviar señales de alarma y que activan la producción de las citocinas, las cuales generan un aumento en la percepción del dolor.
Adicionalmente, los estudios del investigador del Cinvestav sugieren que HMGB1 se puede liberar también desde las neuronas que detectan el dolor, lo que contribuye al mantenimiento de esta sensación en situaciones de estrés crónico.
Así, con el fin de analizar cuál es el papel en el dolor por estrés crónico de la alarmina HMGB1 y su receptor TLR4, cuyo papel es reconocer a esta molécula y avisarle al organismo que algo sucede, en el laboratorio de Granados Soto se adaptó un modelo animal.
Cabe destacar, este modelo reprodujo algunas características de la fibromialgia, enfermedad que en seres humanos se manifiesta con dolor crónico, fatiga, alteraciones del sueño, rigidez y sensibilidad en los músculos.
Como parte del estudio se observó que en condiciones normales, la estimulación de la pata de los animales con un filamento de plástico muy delgado no genera una respuesta. Sin embargo, cuando hay estrés crónico lo perciben doloroso. Este fenómeno se conoce como alodinia mecánica, un síntoma común entre quienes padecen fibromialgia.
“También utilizamos estímulos térmicos (calor) en la pata y se generó la misma hipersensibilidad. Esto nos indicó que el estrés crónico aumenta la percepción de dolor ante estímulos mecánicos o térmicos habitualmente no dolorosos”, dijo el investigador.
La explicación de lo anterior es que la alarmina HMGB1 y su receptor TLR4 están en altas concentraciones en sitios relacionados con el dolor, entre ellos la médula espinal y el ganglio de la raíz dorsal.
A la fecha no existe tratamiento para este tipo de dolor, ni para el producido por la fibromialgia, sin embargo, estos resultados podrían contribuir a localizar posibles blancos terapéuticos y desarrollar analgésicos eficaces, puntualizó el especialista en el estudio de los mecanismos a través de los cuales el cerebro detecta, transmite y percibe las señales dolorosas. (CINVESTAV)
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