Con el incendio de la vieja casona en la Alameda, se pierde una de las pocas construcciones de corte francés del Centro Histórico: Javier Villarreal Lozano
Con el incendio de la vieja mansión ubicada en la esquina Purcell y Ramos Arizpe, en el Centro Histórico, se pierde una de las aproximadamente 10 casonas de corte francés de este sector, indicó en entrevista con El Heraldo de Saltillo, el historiador Javier Villarreal Lozano.
Dicha casona tipo chalet, que en 2017 cumplió 100 años de haberse erigido, perteneció originalmente al ingeniero Francisco Salas López, posteriormente fue ocupada por el extinto gobernador Ignacio Cepeda, y fue también sede de los Juzgados del Tribunal Supremo del Estado, luego albergó a la Academia Jaime Balmes, y por un tiempo fue ocupada por la Escuela Superior de Música de la UA de C.
Se le conoció como la Casa Colorada, y más recientemente, como la Casa Alameda.
«Es realmente una construcción fuera de todo estilo saltillense, totalmente diferente a lo que se hizo, incluso en esa época en que llegaron unos inversionistas belgas e hicieron varias casas tipo europeo de dos aguas, muy a la inglesa», mencionó Javier Villarreal Lozano.
Este centenario edificio de reciente vocación cultual, ya que antes del siniestro era sede de Casa Alameda, colectivo que periódicamente ofrecía una amplia oferta artística.
«El dato más antiguo que tengo de la construcción es de una postal, sin duda alguna de los años 20, por el automóvil que se ve, y dice ´chalet del ingeniero Francisco Salas López´. Lo que si estaba investigando es si hay alguna relación en algún libro sobre este ingeniero Salas López, pero no», platicó.
TESTIGO DE UNA TRAGEDIA
Famoso por su arquitectura única y contrastante con los domicilios colindantes, este inmueble fue testigo del trágico suicidio de quien fuera gobernador de Coahuila, Ignacio Cepeda Dávila, en 1947, quien terminó con su vida con un contundente disparo.
«En 1945 la adquiere Ignacio Cepeda Dávila, pero él no vivía ahí sino en Purcell pero más hacia el norte, y reside ahí como gobernador y, como sabemos, en julio de 1947 es el lugar donde se corta la vida. Después fue muchas cosas, hubo un tiempo que hubo un café abajo, la Escuela de Música y últimamente este proyecto cultural de Casa Alameda», indicó.
Al respecto de este personaje, hijo del general Abraham Cepeda de la Fuente y doña Refugio Dávila de Cepeda, en el libro «Ignacio Cepeda Dávila. A 50 Años de su Sacrificio», que recoge impresiones y anécdotas de Roberto Orozco Melo, Federico Berrueto Ramón, Sergio A. Galindo Carrillo y Francisco Javier Cepeda Flores, se habla de que en sus últimas 24 horas, miembros de su gabinete de trabajo observaron en su maletín una pistola bulldog calibre 32, al tiempo que él comentaba «bueno, pues esto se acabó».
Sobre su muerte, el libro aclara que la versión de León V. Paredes, quien fuera secretario de Gobierno de Cepeda Dávila, es la más autorizada. En este sentido, se incluye que en sus últimos pasos por esta casona, el político encargó el cuidado de su madre a una de sus hermanas; a su esposa le pidió diera algún jarabe a su hijo pequeño que tosía, para luego solicitar que le llevaran un té a su habitación para después cerrarla para que, después de un silencio expectante, sonara un disparo. Al momento, su esposa Estelita, corrió al cuarto y lo encontró sangrando sobre la cama. De inmediato, llegaron varios médicos en intento de salvarle la vida, pero fue en vano, la lesión producto del proyectil destrozó órganos vitales. Cerca de su cuerpo, se encontró el retrato de su padre. La ciudadanía no tardó en darse cita a las afueras de la casona ahora dañada por el incendio, que fue testigo de esta tragedia, mientras en el sepelio del Ignacio Cepeda Dávila, se vio una multitud de personas.
PERDIDA IRREPARABLE
En opinión de Villarreal Lozano, la casona cuyo incendio sorprendió a la comunidad saltillense la madrugada de este jueves, representó una icónica estampa de la historia de la capital coahuilense y lamentó que su restauración total, se torna prácticamente imposible.
«Es una perdida porque era una estampa muy saltillense, parte de la historia de la ciudad, extrañamente afrancesada, recuerdo algunas casas de la antigua Colonia Roma, de la Ciudad de México, muy parecidas», finalizó. (OMAR SOTO)
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