MARCELA MORENO CASAS
Tenemos que seguir buscando la mancha en la sábana para señalarla y que ésta sea borrada para que la blancura impere
Luis Petersen, mi coach editorial en el Grupo Milenio Multimedios, me dio un golpe en la cabeza cuando dijo que el periodismo en nuestros tiempos vivía un «invierno». Si pensamos en el invierno, todo se muere o se refugia.
Sin embargo, en territorios naturalmente hostiles los seres vivos aprenden a congeniar con temperaturas congelantes y en lugar de morir o protegerse les hacen frente. Se inventan trajes, usan calefactores y siguen viviendo, con todo lo que implica.
Eso pensé cuando Petersen sugirió tan sutil, que el periodismo estaba agonizando. Yo, por el contrario, no creo que el periodismo esté tan condenado a fenecer. Es el papel el que está perdiendo terreno ante las plataformas virtuales y electrónicas, pero no así el periodismo, que sigue luchando por entender que la agenda ya no la establece el que busca la nota, sino el lector, el radioescucha, el cibernauta, el televidente.
El periodismo, es cierto, hoy vive su invierno, está hibernando, mientras muta, pero no hay modificación en la búsqueda de hechos que influyen, inciden, impactan, afectan, transgreden o transfiguran la realidad. Esa búsqueda es permanente y no se trata de estar sujetos a la tiranía del click en las redes sociales para presentar la nota, el reportaje, la entrevista, la crónica, de una manera atractiva, porque, como en su momento apuntó otra periodista, Rosa Esther Juárez, el periodismo que no sirve para mejorar a nuestra sociedad, no sirve para nada. Muy poco ayuda la tiranía del click, si no pasa del Instagram, Facebook, twitter o el portal y sólo se queda en anécdota, pero no en política pública, presupuesto, castigo y hasta redención.
Hoy generaciones de milenials y centenials están luchando por la métrica para tener más popularidad virtual y electrónica. El universo virtual se rige por palabras claves, llamadas keywords y ahora se redacta pensando en lo que resulta atrayente para millones.
Pero, ¿es la métrica la que salvará al periodismo del invierno, o el relato de buenas historias que deben ser conocidas como ejemplo o como escarmiento? Tenemos que seguir buscando la mancha en la sábana para señalarla y que ésta sea borrada para que la blancura impere.
Hoy ponderamos la belleza, la juventud, la riqueza, el éxito y el triunfo en las redes sociales, pero no debemos olvidar que hay otros aspectos de la vida que debemos seguir mostrando a nuestros seguidores: la violencia del narcotráfico, la derrota de la inmigración, el secuestro y asesinato de nuestros jóvenes, la eliminación de proyectos urbanos por consultas a «mano alzada», la desaparición de familias, el establecimiento de la «grilla» por encima de la política y por supuesto, las incontables víctimas que ha dejado el crimen organizado entre quienes ejercen una función periodística.
Si el periodismo vive su invierno, quiero ser positiva desde mi trinchera y pensar que se trata de una estación que también pasará para dar entrada a la primavera. Las buenas historias deben ser relatadas, desde las tripas y no sólo a través del copia y pega. Deben ser olfateadas y perseguidas. Una buena historia desde el género o la plataforma que sea siempre será una buena historia y más si sirve para incidir, para mejorar nuestro entorno.
Felicidades a quienes tienen fe en su oficio y en el cambio. Y gracias por esas historias ganadoras del click y las que logran atrapar a los lectores, a los televidentes, a los radioescuchas.
*Nota: Este texto corresponde al discurso pronunciado por la periodista Marcela Moreno Casas, Directora Editorial de Milenio en La Laguna, durante la conmemoración del Día de la Libertad de Expresión el pasado viernes 21 de junio en la ciudad de Torreón
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