INDICADOR POLÍTICO

Trump y el muro de nopal; Ebrard cedió seguridad nacional a EE. UU.

Como lo anticipó Indicador Político el lunes, el trasfondo real del acuerdo de Trump con el canciller mexicano Marcelo Ebrard Casaubón no fue sólo de contención migratoria, sino de seguridad que tiene que ser avalado por el Senado mexicano.

El enfoque humanista de la migración para facilitar el tránsito hacia los EE. UU. de cientos de miles de centroamericanos provocó, como en una teoría del caos, la hecatombe de un acuerdo que obliga a México a ser lo que dijo que nunca sería: un tercer país seguro; o, en términos muy mexicanos, el acuerdo crea el muro que anhelaba Trump desde su campaña de 2016, pero un muro de nopal. Inclusive, los propios migrantes centroamericanos pagaran con restricciones su insensibilidad por organizar caravanas de presión.

Pero el muro de nopal no sólo es simbólico, sino que lleva consigo la imposición de los criterios de seguridad nacional de los EE. UU. como nuevos principios de la seguridad nacional de México.

Lo que dejó el saldo, hasta ahora, del Acuerdo Ebrard nada tiene de “grandeza” –palabra preferida de Trump que usó Ebrard en su tuit del final de las negociaciones–, sino que México va a tener que pagar facturas adicionales, entre ellas la más importante: colocar a México, de manera formal, bajo el paraguas de seguridad nacional de los intereses neoimperiales de los Estados Unidos.

Y ahí se revela uno de los principales defectos del gobierno de López Obrador: la falta de una doctrina de seguridad nacional estratégica en su política exterior, tarea que le corresponde, por ministerio del cargo, al canciller Ebrard. Y extraña esa ausencia de enfoque porque la perspectiva de seguridad nacional fue uno de los puntos más brillantes que tuvo Manuel Camacho Solís como político en los años en que Ebrard fue su colaborador más cercano.

En función de que el gobierno actual tiene la titularidad del Estado, entonces las perspectivas de sus decisiones se deben enfocar desde los intereses del Estado. Y ha sido una falla garrafal del gobierno mexicano no prever que el caso de los migrantes era no sólo el principal capricho electoral de Trump, sino una de las principales preocupaciones de la Casa Blanca en función, ahí también, de la titularidad del Estado de seguridad nacional que es el Estado estadunidense.

El enfoque de seguridad nacional de la política exterior es vital para el ejercicio de la soberanía. La intervención de Ebrard, por lo tanto, debió haber sido en función de las reglas de combate político de la seguridad nacional. Trump jugó al caos a sabiendas de que los aranceles contra México le romperían la precaria estabilidad en su vecino del sur y una crisis provocada por carestía en exportaciones mexicanas tendría efectos en migración, narco e inestabilidad.

Ebrard llegó a Washington a negociar la paz sin honor, pero sobre todo sin perspectiva de seguridad nacional. En los EE. UU. había caído muy mal la decisión unilateral de no respetar la Iniciativa Mérida, cuya función no era de resultados sino de relación militar especial en temas de narcotráfico y crimen organizado en México, pero cuyos cárteles ya penetraron en las estructuras económicas y sociales de los EE. UU.

A partir de la conceptualización de los EE. UU. como un Estado de seguridad nacional –caracterización de Gore Vidal para ilustrar a un Estado imperial–, todo lo que hagan los EE. UU. en su relación con México tiene intereses de seguridad nacional. La presión migratoria de cientos de miles de centroamericanos provocada por la facilidad mexicana de dejarlos cruzar sin registros legales derivó en una crisis de seguridad nacional de los EE. UU. por la invasión descontrolada de centroamericanos. En Washington consideran que la responsabilidad no fue de los migrantes, sino del gobierno de México que los dejó pasar.

De ahí el hecho de que el Acuerdo Ebrard no haya sido sólo controlar el cruce de centroamericanos en la frontera sur de México para evitar castigos arancelarios, sino que el secretario de Estado y ex director de la CIA, Mike Pompeo, obviamente que dio a sus propuestas un enfoque de seguridad nacional para impedir que más adelante México pudiera incumplir con los compromisos.

El tema central fue el choque de enfoques de seguridad nacional y la imposición de los criterios estadunidenses sobre los mexicanos. Por eso Trump habló el lunes de un desconocido “acuerdo de seguridad” que pudiera contener compromisos que debilitaran la seguridad nacional del Estado mexicano. Y en términos de seguridad nacional, en los EE. UU. se entiende espionaje y sobre todo intervención militar.

 

Puebla. A la muerte de Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso, el morenovallismo tuvo sólo una figura: Antonio Gali Fayad, uno de los herederos políticos de ese grupo. Luego de un gobierno mediocre de dos años, abrió paso a Alonso. Sin embargo, Gali desapareció del escenario político, abandonó la nave y dejó huérfano a la corriente morenovallista. A Gali debieran los panistas exigirle cuentas: ¿miedo, ruptura, incapacidad, enojo?

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El Heraldo de Saltillo
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