ÍNDICE

Quien tuvo oportunidad el lunes de medir lo bien que andan sus bonos a nivel regional fue el alcalde de Saltillo Manolo Jiménez Salinas, al acudir como invitado a la Sesión Solemne en que se conmemoró el aniversario de Ramos Arizpe como ciudad.

Cuentan quienes acudieron que al finalizar el evento había fila de personas que querían saludar a Manolo o tomarse fotografías con el. Como todo un rock star, pues.

Su postura crítica y firme ante el trato injusto que se da a un municipio exitoso como Saltillo por parte del gobierno federal, sus buenos resultados en seguridad, el manejo de las finanzas públicas y la operación política que lleva con pinzas le han valido a Jiménez Salinas un reconocimiento que va más allá de Saltillo y que le permiten consolidarse como una de las figuras de mayor relevancia y futuro en la entidad.

No ocurre lo mismo con el alcalde vecino de Ramos Arizpe, José María Morales Padilla, cuyos primeros meses de administración son ya motivo de preocupación para algunos sectores de ese municipio.

Los liderazgos empresariales reconocen que Morales es un político sano y bien intencionado, pero advierten que hay un equipo ineficiente y deshonesto que lo mantiene aislado, a lo cual se suma una muy anticipada disputa por la sucesión.

Si Morales no se sacude a personajes que desde hace años han medrado con el presupuesto y el poder en Ramos Arizpe, advierten, y los sustituye con al menos algún elemento leal y eficiente que meta orden en el equipo, evite pillerías y ponga a trabajar a cada quien en lo que le toca, su historia terminará igual que la de Isidro López Villarreal en Saltillo: sin lustre y serias sospechas de malos manejos.

No ha transcurrido ni la mitad del primer año de su gestión, tiene tiempo José María Morales para enderezar el barco. Los sectores confían en él, tiene apoyo del gobernador, si se lo propone logrará construir una historia muy diferente.

–o–

            Se incorporó la semana anterior como Subsecretario de Concertación y Enlace Interinstitucional, en la Secretaría de Desarrollo Rural, Ramón Verduzco González, quien llega a fortalecer al equipo de José Luis Flores Méndez.

Verduzco ha ocupado en dos ocasiones la dirigencia de la CNC en Coahuila, lo fue primero de 1996 a 1998, y estaba en funciones hasta la semana anterior cuando recibió la designación. Seguramente este fin de semana habrá la elección del nuevo dirigente cenecista.

Su carrera al lado del profesor Oscar Ramírez Mijares, quien fuera dirigente nacional de la CNC, le permitió a Verduzco cultivar relaciones con personajes vinculados al sector agropecuario en todo el país, que hoy le convierten en un valioso interlocutor con las nuevas autoridades federales.

A esas relaciones se suman otros activos como su preciso conocimiento del territorio estatal, así como de los actores políticos y sociales, y su habilidad como operador a cualquier nivel.

Si en las fotos del momento en que José María Fraustro Siller le entrega el nombramiento a Verduzco se advierte algún gesto de resistencia del Secretario de Gobierno, no debe interpretarse como una oposición a esa designación, más bien Fraustro habría preferido que lo incorporaran a su equipo, donde buena falta hacen operadores eficientes.

–o–

            Son injustas las críticas al delegado Reyes Flores Hurtado y que lo acusan de opacidad, luego de que su actual compañero de aventura y vocero, Néstor Hurtado, dijera a un medio que no les daría información para que le pegaran.

¡Lean con atención señores!, cuando creen que no les dijo nada, en realidad les dijo todo.

Si ya asumen los Hurtado que al conocerse lo que ganan y lo que gastan van a ser objeto de crítica, la conclusión no puede ser más clara: así estarán los excesos.

Lo cierto es que la Ley de Transparencia obliga a todos los funcionarios, y hay que subrayar que es a todos y no nada más a los federales, a hacer públicos además de sus ingresos y gastos oficiales, su agenda de trabajo.

Sería sano que para evitar suspicacias, Reyes Flores informe por ejemplo de con quienes se reúne. No es extraño encontrarlo por las tardes en el restaurant de un lujoso hotel del norte de Saltillo, y claro que es deseable haya dialogo entre un funcionario con sus facultades y representantes de todos los sectores, pero si son encuentros de trabajo se tiene que saber.

–o–

            En el campo no hay secretos. De una manera u otra, será tal vez con el polvo o con el viento, pero lo que en esos silenciosos parajes de Coahuila se comenta viene a saberse en las ciudades.

Dicen que en una de esas travesías en cuatrimoto que cuando la agenda le da un espacio le gusta hacer en fin de semana, el gobernador Miguel Ángel Riquelme, en tono de broma les hizo un reclamo a sus acompañantes, que ellos sintieron llevaba una buena dosis de verdad, o jiribilla como luego dicen.

Les habría dicho que ya no los invitaría, pues cuando la idea era desconectarse, ellos no cesaban de hacer grilla y pedir favores.

Parece que los acompañantes ya andaban haciendo reacomodos en el gabinete, el partido y hasta en otros poderes. Por allá andaban, se dice, Manolo Jiménez, Fernando Gutiérrez y Miguel Mery.

 

Autor

Eduardo De la Peña de León