Dia del Maestro. ¿hay algo que celebrar?
El maestro es una de las columnas que sostienen un sistema educativo de calidad. No en pocos casos se ha encontrado que a pesar de la persistencia de factores contextuales adversos y de condiciones desfavorables al interior del centro escolar, un maestro en constante actualización y con el acompañamiento pedagógico adecuado, con liderazgo y en permanente comunicación con los padres de familia, logra obtener resultados más que destacables; comparables, en ocasiones, con los indicadores que obtienen las escuelas mejor equipadas de las zonas urbanas del país.
No ocurre así cuando el maestro es ignorado, o peor aún, cuando la función que desempeña en el aula es tomada como un elocuente argumento para esconder oscuros trasfondos políticos disfrazados de reformas educativas.
Si bien existe un consenso a favor de impulsar cambios y transformaciones con miras a elevar la calidad, la cobertura y la equidad del sistema educativo, lo cierto es que la mayoría de los maestros no han encontrado hasta hoy una respuesta convincente, integral y definitiva a sus demandas e inquietudes.
Es en esta mayoría, no en las élites sindicales o en las desgastadas oficinas gubernamentales, donde reside la desconfianza en las distintas transformaciones educativas de las últimas décadas.
Suelen emitirse juicios aventurados cuando, al observar las marchas, plantones y suspensión de clases, asumimos que el docente promueve un interés pernicioso por los aspectos laborales, en menoscabo del servicio educativo.
Al igual que en cualquier otro gremio o grupo de profesionistas, situaciones relacionadas con el salario, las prestaciones, la estabilidad y la promoción en el empleo son claramente importantes y ocupan parte del tiempo laboral del trabajador. Pero olvidamos, en cambio, la imagen del profesor que atiende a cincuenta o más estudiantes en un solo grupo de una secundaria urbana de alta demanda en donde faltan pupitres, libros y material de apoyo. También aquella maestra recién ingresada al sistema que imparte clases en una escuela multigrado, sin la capacitación y el acompañamiento para implementar el currículum del llamado nuevo modelo educativo con tres grupos de distinto grado y cuyos niños constantemente faltan a la escuela porque tienen que trabajar.
Las reformas educativas de los últimos años, incluyendo la más reciente, podrían considerarse como esos regalos navideños que van acompañados de anhelos y buenos deseos, pero que en realidad no atienden una necesidad concreta de quien los recibe: tal vez, en cortesía, usemos por algunas horas el suéter color fiusha con la imagen de un reno, pero al final del día una chamarra impermeable y con forro hubiera resuelto las penurias del frío de invierno.
Hagamos una prueba: este viernes que acudas por tus hijos a la escuela, acércate a los maestros y cuestiónalos respecto al contenido detallado de la nueva reforma educativa. Invítalos a que te expliquen las implicaciones que los recientes cambios tendrán en el aprendizaje de tus pequeños.
No se trata de exhibir a los docentes, porque te aseguro que la mayoría de ellos no tendrán las respuestas. Y no es porque no tengan la capacidad o el conocimiento para asimilar las anteriores o las recientes transformaciones al marco legal que rige la educación en México. Lo que sucede es que las reformas de escritorio, sazonadas con ingredientes políticos e ideológicos, no responden a su contexto.
Las reformas impulsadas en los últimos años no saben de los problemas que día a día se enfrentan y se resuelven al interior de la escuela; se olvidan de las innumerables gestiones que un director tiene que realizar para que le asignen un intendente, o para adquirir papel sanitario o agua purificada para los niños que acuden a la escuela.
Pasan por alto los cientos de formatos administrativos (no pedagógicos) que los docentes y directivos tienen que llenar a pedimento del supervisor. Ignoran las condiciones de infraestructura, accesibilidad y equipamiento de las escuelas rurales ubicadas en zonas serranas o de difícil acceso del país.
Así que, si de verdad se quiere impulsar la modernización, no del «sistema educativo” en su conjunto, sino de la escuela y de las condiciones contextuales para que el docente despliegue todo su potencial, debe tenerse plena conciencia de que la formulación de las leyes reglamentarias de la nueva reforma, deberá pasar por el concurso de los maestros, y excusarse, en esta ocasión, con las élites sindicales y los «sabios” o las «vacas sagradas” de la educación.
Si de nueva cuenta las denominadas leyes reglamentarias que, entre otros aspectos, regirán la distribución de plazas y los esquemas de actualización y capacitación magisterial, terminan ignorando el contexto en el que el maestro desarrolla su función, quedará claro que la nueva reforma estará, otra vez, determinada por los grupos políticos en el poder, corroyendo el último pilar que sostiene lo bueno de la educación en México. Felicidades maestros.
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