¡Esta vivo, el PRI está vivo!
El PRI se negó a acusar de recibido el certificado de defunción que los electores le extendieron durante las pasadas elecciones federales. No conformes con desafiar los pronósticos políticos que apuntaban hacia su extinción definitiva, los priístas, redescubriendo la lógica darwiniana de adaptarse para sobrevivir, sacaron fuerza de flaqueza para salir del mausoleo en el que los ciudadanos los abandonaron el pasado 1 de julio. El PRI, al parecer, aún respira.
Es claro que el PRI no ha quedado impune, tanto los excesos e insuficiencias de la reciente administración federal emanada de sus filas como la verticalidad con la que se conducen sus procesos internos para selección de candidatos y dirigentes, cobraron abultadas facturas. Es por ello que, previo a los festejos por el 90 aniversario del otrora invencible partido, el de los legendarios carros completos, exhibió, a su manera, muestras de vida para tratar de amortiguar el costo político de ambos factores.
En primer término, un grupo de priístas, encabezados por el ex gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, demandaron recientemente la expulsión del ex presidente Enrique Peña Nieto, acusándolo de «causar un enorme daño y llevar al PRI del triunfo del 2012 a la peor derrota de su historia en el 2018”.
Si damos una lectura detallada a la petición del antiguo aliado de Roberto Madrazo, y hoy aspirante a la dirigencia nacional del partido, será fácil deducir que su iniciativa reenciende una polémica que se gestó en plena campaña presidencial cuando trascendió un supuesto acuerdo entre el hoy presidente y Enrique Peña Nieto para garantizar el triunfo del primero a cambio de la protección del segundo cuando dejara la Presidencia.
El hecho de que Ulises Ruiz, crítico permanente de la pasada administración federal emanada de su propio partido, haya ofrecido iniciar un procedimiento para la expulsión de Peña Nieto, podría ser atractivo para aquellos priístas que consideran que su cuestionada administración, pasividad durante las elecciones junto al hecho de haber impuesto a José Antonio Meade como candidato, son causas suficientes para proceder en contra del ex presidente. Curiosamente, con el patrocinio de esta corriente política al interior del PRI, Peña Nieto podría ser llamado a rendir cuentas… cosa que, hasta la fecha, no ha intentado hacer López Obrador.
Por lo pronto, otro de los aspirantes para dirigir al PRI, el coahuilense José Narro Robles, se colocó del lado de su ex jefe, al afirmar no estar de acuerdo con su expulsión.
Como sea, debatir al interior del PRI respecto a los efectos electorales de la administración más cuestionada de la historia, podría abrir los espacios mediáticos que el añejo partido requiere para llamar la atención de un público que está en la búsqueda de una oposición efectiva y trascendente para la vida nacional.
Por otra parte, los priístas también mostraron señales de vida cuando acordaron que la próxima renovación de la dirigencia nacional, todavía a cargo de Claudia Ruiz Massieu, será abierta a la militancia; además, el Consejo Político Nacional aprobó que fuera el Instituto Nacional Electoral quien organice, contabilice y certifique el proceso interno.
El hecho de que la militancia tenga la oportunidad de elegir entre distintas opciones, aun a pesar de la extrema rigidez de las estructuras y sectores priístas, responde a una exigencia histórica, que supone un aliciente para los auténticos, aunque mermados, liderazgos del partido.
Paradójicamente esta estrategia no representa un avance para la inclusión de nuevos simpatizantes que rescaten al PRI del marasmo en el que se encuentra, sino que se ve salpicada por la amenaza de una peligrosa ruptura, que a la postre sería la definitiva para terminar, ahora sí, con la vida del histórico partido.
Llegado a este punto, el debate sobre lo signos vitales del PRI después que se le dio por extinto, no debe verse meramente entre, por un lado, la división entre peñistas y los que no lo son, y por el otro las objeciones entre los partidarios de una elección abierta y los fantasmas del pasado que suspiran por la permanencia del «dedazo”. En todo caso la naturaleza última del partido que aspira a renacer es la disciplina sin reservas ni objeciones.
Tu Opinión: olveraruben@hotmail.com
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