La vida transcurre entre palabras, ellas relatan lo que somos y lo que no somos, nos identifican, pero también nos construyen o destruyen, aunque quizá siempre sea lo mismo. Entre palabras están los andares, los recuerdos y los motivos. Cuando leemos, los ojos caminan, y como bien escribió Gabriela Mistral: “He visto muchas cosas más tarde, por aquello de que ve bastante el que camina, por distraído que sea, y he conocido la cara de casi todas las crisis en varios pueblos, dándome cuenta al final de que el asiento geológico de los males mas diversos era el anotado: los oficios y las profesiones descuidadamente servidos. Político mediocre, educador mediocre, médico mediocre, sacerdote mediocre, artesano mediocre, ésas son nuestras calamidades verdaderas”
La mediocridad en la palabra, desoírla y mal atenderla es nuestra gran calamidad. Siempre que podamos, es nuestro humano menester, pensar en las palabras, que encierran y que gobiernan. Quienes lo hacen entienden mucho más de lo que se ve.
Mark Twain, el célebre padre de la literatura norteamericana, nació en 1835, año en que el cometa Halley en su perihelio fue visible desde la tierra, predijo Twain que se iría con él, y en 1910 ocurrió su deceso, 74 años después con la nueva visita del cometa.
Este gran humorista y escritor, acuñó una serie de frases que reflejan no solo un intelecto avisado sino una sensibilidad apabullante sobre lo que es humano, razones oscuras y que a veces olvidamos. Entendió que en el humor está la vida y que ella se mantiene como ilación de los momentos buenos. Y que si bien las lágrimas existen estas son solo otra forma de sonreír.
La alegría no es la felicidad, pues la primera son los buenos ratos, la segunda son los buenos rumbos; es alegre quien no padece, pero es feliz aun el que padece, porque la felicidad es la sensación de no sabernos perdidos. La vida es tan increíble que solo puede ser creíble, los griegos daban a la comedia mayores esfuerzos que al drama, porque llorar cualquiera, pero reír solo algunos.
Mark Twain enseñó en algunas frases lo verdaderamente humano, la pasión de vivir y mientras se vive observar. Aconsejó al mundo diciendo: “nunca discutas con un idiota, te rebajará a su nivel y ahí te ganará por experiencia”.
Su agudeza intuitiva alertó: “Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos que han sido engañados”, y así detallaba la gran decadencia de nuestras emociones, no nos sabemos engañados, mientras no nos sintamos así.
Su humor brillante lo llevó a definir que: “la buena educación consiste en esconder lo bueno que pensamos de nosotros y lo malo que pensamos de los demás”.
“Nada necesita tanto una reforma como las costumbres ajenas” y que cierta frase, sobre todo en estos tiempos donde se critica y enjuicia a los otros.
Una frase genial fue: “Si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada”, refleja como la honestidad debe ser el bastión que vuelve tranquila la vida, sin el miedo a que nos descubran, como ese delator corazón que narraba Allan Poe.
Muchas más podemos encontrar, todas de aplicación extrema en estos tiempos en que nos tocó a nosotros vivir.
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.
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