INDICADOR POLÍTICO

Desorden en nuevo gobierno por estilo caudillista de gobernar

Lo único que queda claro en el desorden en las decisiones que está tomando el próximo gobierno de López Obrador es que será un sexenio de decisiones personales, algo que no habíamos visto desde Luis Echeverría.

El caso de la crisis económica derivada de la decisión del Senado morenista de Ricardo Monreal sobre el fin del cobro de comisiones bancarias ilustra el estilo personal de gobernar de López Obrador. Apenas el 22 de octubre el presidente electo había comido en su casa con la todopoderosa banquera española Ana Botín, de Santander, y ahí le había dado seguridades de estabilidad a la porción mayoritaria de españoles en la banca en México (que no mexicana). El enojo de Botín afectó la credibilidad del presidente electo.

Lo mismo ocurrió con las consultas. Después del desprestigio lopezobradorista por la mal llamada consulta popular sobre el aeropuerto de Texcoco, el coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, Mario Delgado, se comprometió que no habría más consultas fuera del marco legal definido en la Constitución. Días después, López Obrador anunció (mal llamadas) consultas en cuando menos una docena de temas.

El fondo de la crisis en el grupo lopezobradorista es seria por el mensaje de desorden que deja en el funcionamiento del próximo gobierno. Por lo pronto, deja cuando menos cuatro indicios nada agradables para los lopezobradoristas:

1.- El modelo de dirección política de Morena, el gobierno y el Estado será caudillista, basado en la voluntad de López Obrador. Acostumbrado a soslayar el respecto a reglamentos, protocolos, reglas y leyes, bastara su voluntad personal. Por lo demás, no será nada nuevo porque presidentes caudillos, priístas y panistas hicieron lo mismo, aunque guardando un poco las formas.

2.- El grupo lopezobradorista en el poder carece de coordinación; ello quiere decir que han fracasado en sus funciones el jefe de la oficina, Alfonso Romo, la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, los jefes legislativos Monreal-Batres en el Senado y Delgado-Porfirio Muñoz Ledo en Diputados, y el asesor jurídico Julio Scherer Ibarra por aquello de la legalidad. Lo malo es cuando los personalismos en la toma de decisiones derivan más bien en voluntarismos caprichosos.

3.- López Obrador decide en función de los 30 millones de votos ganados el pasado 1 de julio, 53% de los votantes que fueron a las urnas, pero son 34% del padrón electoral y 25% del total de los mexicanos. López Obrador usa esa votación sin atender compromisos de las alianzas; muchos de sus votantes han sido lastimados por decisiones impuestas: aeropuerto, salarios, descentralización. Inclusive, muchos de los que se pasaron a Morena sólo por una chamba no aceptan algunas decisiones. Ello quiere decir que la alianza del 1 de julio está desarticulándose y pagará la factura en las legislativas federales del 2021.

4.- Por si fuera poco, antes de la toma de posesión están decantándose ya las figuras y grupos con miras a las elecciones presidenciales del 2024 a partir de cierta certeza de que López Obrador no podrá reelegirse en la presidencia. El modelo de circulación de las élites que da dinamismo a la clase política y a los grupos en el poder central no aguantaría otro porfirismo u otro obregonismo. Los primeros aspirantes están ya armando sus alianzas y conquistando sus propios espacios de poder para evitarque el sucesor de López Obrador sea decidido al estilo priísta del dedazo como ocurrió con la candidatura perredista en el gobierno del DF en el 2006 al imponer a Marcelo Ebrard Casaubón.

El desorden en las decisiones anunciadas desde la noche del 1 de julio tiene que ver con tres indicios del estilo personal de gobernar de López Obrador.

1.- No existe un plan rector de sus decisiones, sino que todo dependerá de lo que disponga de manera personal el presidente electo-en funciones.

2.- No existe un grupo compacto real (aportación de Manuel Camacho al gobierno de Carlos Salinas de Gortari) para centralizar decisiones y hacerlas funcionales. La forma en que ha anulado a Alfonso Romo, Scherer Ibarra y Monreal es apenas un indicio del centralismo presidencialista.

3.- Si hay un modelo caudillista en el liderazgo, de todos modos la base político-electoral de López Obrador es variada porque ni él ni Morena representan un proyecto ideológico sino tan solo el oportunismo chambista. La única viabilidad de estas bases dispersas es la construcción de una coalición dominante, pero ésta requiere de liderazgos plurales y no caudillistas.

Como se han visto los ejemplos en la historia, los caudillismos personales carecen de horizonte histórico, se desgastan en gobiernos y Estados tan grandes y desordenados y caen cuando deciden no ser autoritarios, ni dictatoriales, ni represivos.

 

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Agencias