INDICADOR POLÍTICO

Caso hondureños: asilo, invasión, provocación, éxodo o seguridad

A pesar de que Centroamérica tiene un PIB regional de 3.6% y México del 2% y una tasa de pobreza de 60% allá y 80% aquí, la oleada centroamericana inducida por hondureños tiene todas las características sociales y políticas, menos la de asilo laboral. El desempleo real total en México es de 15% en todos los rubros y en Honduras de 7.5%.

En su etapa final, la caravana de centroamericanos tiene el objetivo de cruzar la frontera de México con los EE.UU. y entrar de cualquier forma al paraíso estadounidense. La Casa Blanca parece lograr su estrategia: convertir a México en el país colchón con campos de refugiados que podría recibir dólares de ayuda, aunque con problemas sociales graves en el espacio mexicano.

El caso no es único: España atraviesa por una peligrosa fase de invasión de africanos que saltan las bardas; el pasado 22 de agosto cien inmigrantes saltaron la valla de Ceuta e hirieron a seis agentes de la policía rociándolos con cal viva e hiriendo a otros con puñales, lo que hizo pasar el problema de la migración a la etapa de violencia criminal exigiendo asilo humanitario. Los migrantes legales son ambulantes de productos piratas en las calles de Madrid y Barcelona.

Lo que está a debate en el caso de la migración centroamericana no es el derecho de asilo, ni el asilo político por causas de violencia, ni el asilo humanitario por hambruna. Las condiciones de vida en nivel de pobreza en Centroamérica son producto de la concentración de la riqueza. La tasa de criminalidad en Honduras, por ejemplo, es de 44 personas por cada cien mil habitantes, en tanto que en México es de 25. Las condiciones sociales de los que aparecen en la caravana son similares a las de los millones de mexicanos que viven en zonas marginadas de las ciudades, porque en el campo la miseria social mexicana es mucho peor.

En este sentido y porque ningún país puede recibir migrantes a ciegas o sin registros legales, la crisis de los centroamericanos es un asunto de seguridad nacional y de estrategias fronterizas como asuntos de soberanía del Estado. Los EE.UU. y México han señalado que los migrantes deben primero solicitar visas y pasaportes en los consulados extranjeros en sus países. El cruce a nado de miles de migrantes puede ser definido como una invasión de un país a otros y más cuando traen la bandera de Honduras.

La política migratoria mexicana entró en colapso en los últimos diez años por la incapacidad de controlar sus cuatro fronteras –las territoriales y las marítimas en los dos océanos–, por la falta de recursos y por la preocupación por proteger las caravanas migrantes que han atravesado la república de sur a norte. Los ataques contra los trenes, los secuestros de migrantes y los asesinatos en masa forman parte del cuadro político de fracaso migratorio y diplomático mexicano. La presidencia, la cancillería, el congreso, los gobiernos estatales y municipales y la misma sociedad que se indigna por las fotos recientes revelan que el problema destaca en su fase última y no en sus causas.

El vacío de poder entre el gobierno que termina y ya no gobierna y el gobierno que entra y carece de instrumentos formales para gobernar sólo atiza la parafernalia en redes y lleva a exigencias absurdas de puertas abiertas sin controles de seguridad. En 1980 el presidente estadunidense Jimmy Carter abrió las puertas a la migración cubana de Mariel y llegaron a los EE.UU. 150 mil refugiados sin información de seguridad; Fidel Castro aprovechó el viaje para sacar de Cuba a delincuentes, drogadictos y mafiosos.

La política poblacional –interna y fronteriza– es una variable central en la seguridad nacional de un Estado. Y más cuando la migración violenta centroamericana quiere usar a México como camino de paso hacia los EE.UU. La reacción del presidente Trump de amenazar con militarizar su frontera fue extrema, pero lógica: la política de seguridad nacional de los EE.UU. no está determinada por el sentimiento humanitario del asilo, sino por los criterios de terrorismo. Aún convirtiendo a México en un campo de refugiados centroamericanos que nunca serán recibidos legalmente en los EE.UU., es de prever desde ahora que la comunidad de los servicios de inteligencia, seguridad nacional, espionaje, policiacos y antiterrorismo van a aumentar su presión en la frontera México-EE.UU.

Lo de menos será encontrar espacio a los migrantes; lo grave estará en México porque el caso de los centroamericanos no es un asunto de asilo sino de seguridad nacional.

 

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