VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ
Grata sorpresa, alabada internacionalmente, esta comedia dramática es la recuperación de la inocencia de los años ochenta mezclada con la necesidad de hablar sin tapujos respecto de las vicisitudes de un joven gay que debe salir del clóset a la fuerza, en un mundo dominado por las redes sociales.
La gran sorpresa de la temporada ha sido esta sensible comedia dramática alabada por realizadores de la importancia del francés Xavier Dolan. El motivo es claro: no es habitual que un estudio de los grandes -Fox- haya decidido lanzar un filme dirigido a los adolescentes, teniendo un personaje gay como protagonista de una cinta que ha sido planificada derechamente como comercial, independiente del valor que tiene y de la calidez que transmite.
Pero parece que de verdad están abriéndose puertas para que ciertos temas antes considerados intocables, como éste de la homosexualidad en un adolescente a punto de salir de la secundaria, sean ahora considerados con la suficiente seriedad y buen gusto y patrocinados por un gran estudio.
Porque ése es uno de los valores adicionales que tiene “Yo soy Simón” (Love, Simon, 2018): todo lo que muestra e insinúa está dado en un contexto de respeto por la diversidad sexual y muy bien narrado en su empaque de comedia juvenil, logrando que se genere una particular adhesión por lo que debe vivir Simón, el protagónico, cuando se ve enfrentado a asumir su condición de gay y salir del clóset, esto es, revelarle a todos que es homosexual.
“Yo soy Simón”, dirigida por Greg Berlanti (Bajo el mismo techo), es un filme agradable y bien estructurado en su género de comedia, dándole cabida a deliciosas situaciones que hacen reír, cierto, pero que se permite momentos de gran intensidad dramática, si se considera que el joven Simón es un personaje cuyo conflicto es cómo asumir sin trancas su sexualidad.
Este filme está basado en el best seller de Becky Albertalli y fue adaptada por Isaac Aptaker y Elizabeth Berger, centrando su interés en narrar la historia de Simón Spier (Nick Robinson), un estudiante de preparatoria de diecisiete años que, al menos en apariencias, lo tiene todo: un buen grupo de amigos, padres comprensivos, su propio vehículo y buenas notas. Sin embargo, Simón oculta un secreto: no le ha dicho a nadie que es gay y, a pesar de todo el confort y afecto que rodea su vida, no ha logrado la cabal aceptación de su condición.
Debido a un curioso incidente contacta a Blue, un chico que se comunica con él a través de correos electrónicos y al cual a pesar de no conocerlo se enamora de él y llega a un punto en que necesariamente deberá tomar una decisión trascendental.
Gracias a las sólidas actuaciones de Nick Robinson y Katherine Langford, “Yo soy Simón” supera con creces la típica comedia romántica y se alza como un retrato conmovedor de cierto tipo de adolescentes contemporáneos, escarbando sin groserías ni morbosidad en torno a lo que ocurre con Simón, sobre las peripecias a las que se enfrenta un adolescente para “salir del clóset” en un momento histórico dominado por las redes sociales.
Desde luego que podrá objetarse cierto tono idealizado en el entorno del protagonista (una familia cariñosa y comprensiva, buen nivel económico, cero drama en asumir la realidad en el colegio), no obstante es precisamente esa suerte de inocencia en la trama la que se constituye en su gran fortaleza, porque evita el tópico de la crueldad, el mal trato habitual y el modelo estereotipado que emplean otras cintas para abordar el tema de la homosexualidad, como fue el caso de la sobrevalorada “Moonlight”.
Mientras pasamos al segundo acto de la cinta y Simón se da a la tarea de investigar la verdadera identidad de Blue –creyendo que esta respuesta le va a ayudar de alguna manera– el adolescente pronto se da cuenta de que la travesía por descubrir quién es este chico, es, realmente, la búsqueda por definir y aceptar su propia identidad.
Como todo adolescente del siglo XXI, Simón deberá enfrentarse a este difícil proceso bajo el escrutinio de las redes sociales cuando un chico de su escuela descubre sus correos y amenaza con delatarlo. La exploración del uso de las redes sociales, y cómo pueden ser un arma de doble filo en este tipo de situaciones, es uno de los eje centrales de la cinta. Para reforzar estos temas, a la par de la historia de Simón también conocemos las historias de sus amigos. Tal es el caso de Leah (Katherine Langford), su mejor amiga, que también guarda un secreto, y también se encuentra en la misión de encontrar la autoaceptación.
La mayor parte de la crítica mundial ha insistido en comparar este filme con las amables comedias ochenteras del director de John Hughes, quien a través de películas como “El club de los cinco” y “Pretty in Pink”, presentó a un grupo de inadaptados en búsqueda de darle sentido a sus vidas en una sociedad que no siempre los comprendía en su justa dimensión.
Puede que en este filme se respire ese aire de inocencia y de amable comedia de los ochenta. Pero lo que ha variado es el tipo de relaciones humanas dominada por las redes sociales y de cómo, a pesar de ellas, muchos adolescentes están cada vez más solitarios y carentes de afecto. Grata película.
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