PLAZA CÍVICA

FERNANDO NÚÑEZ DE LA GARZA EVIA

Tiempo de elecciones, tiempo de repartir dulces

 México celebrará las elecciones más grandes de su historia, por lo que tendremos el reparto más grande de golosinas electorales. En los últimos años el votante mexicano ha demostrado una mayor madurez que lo ha hecho un tanto alérgico a determinados dulces, aunque no a otros tantos. Y del control que tengamos para ingerir las chucherías que se nos presentarán en las próximas semanas dependerá la salud de nuestra democracia y el futuro de nuestro país.

Dos grandes caramelos con diferentes presentaciones nos serán ofrecidos durante las presentes elecciones: clientelismo político y propuestas públicas caprichosas.

El primero de ellos es ampliamente conocido, ya que lo hemos ingerido en grandes dosis durante las últimas décadas. Tiene un sabor agridulce, ya que por una parte se utiliza para comprar el voto, aunque por la otra resulta necesario para movilizar y politizar a los ciudadanos. Sin embargo y afortunadamente, durante los últimos años la población mexicana lo ha comenzado a rechazar: la alternancia en la presidencia y en básicamente todos los estados son prueba de ello.

El segundo de éstos será probablemente el caramelo más azucarado a ofrecer. Paradójicamente, la sana competencia electoral ha provocado la tentación en los candidatos para hacer proposiciones audaces o populistas ante un electorado rodeado de duras circunstancias sociales y muchas esperanzas.

De los tres principales candidatos, José Antonio Meade Kuribreña es el más alérgico a este tipo de caramelo, de esperarse al ser el aspirante del status quo, el tecnócrata/burócrata sobrio sin ideología política y, por lo tanto, sin visión.

Por otra parte, Ricardo Anaya Cortés ha hecho una serie de propuestas institucionales y alcanzables, siendo la excepción el llamado “ingreso básico universal”. Su fin es asegurar un ingreso mínimo mensual a todos los mexicanos, y a pesar de ser una de sus principales banderas políticas, ha sido incapaz de explicarla a mayor profundidad. Si en países desarrollados el proyecto es materia de discusión, su implementación en un país aún sub-desarrollado como México parece sumamente difícil.

Por último, Andrés Manuel López Obrador tiene toda una serie de propuestas económicas que se antojan sumamente irrealizables y desconectadas entre sí. Únicamente en los últimos días propuso congelar el precio de la gasolina durante los primeros tres años de su presidencia, tiempo en el cual se construirán dos nuevas refinerías, para que en los tres años posteriores baje el precio de la gasolina. Prometió asimismo aumentar inmediatamente al doble el salario mínimo, bajar el IVA en la frontera norte de un 16% a un 8%, así como el ISR a un 20%. Algunos problemas: si se congelan los precios no habrá inversión en el sector pero sí gasolinazo adelante; las refinerías cuestan aproximadamente 8 mil millones de dólares cada una y se tardan alrededor de 8 años en construir; se antoja inviable aumentar de la noche a la mañana al doble el salario mínimo, y el país tiene una de las tasas de recaudación más bajas de la OCDE y Latinoamérica. A eso agreguemos la propuesta de no aumentar la deuda e impuestos, y que parte del dinero provendrá del combate a la corrupción -a pesar de tener una visión sumamente personalista y poco institucional- y los dulces están tremendamente azucarados. Por ello, el nuevo asesor económico de AMLO, el respetado economista Gerardo Esquivel,  recién comenzó su trabajo haciendo toda una serie de aclaraciones: lo que el candidato quiso decir.

La pobreza es el ingrediente principal de los dulces del clientelismo político y las propuestas públicas caprichosas. El hartazgo y la mayor consciencia ciudadana han provocado que los mexicanos ya no coman del todo el primer dulce, pero paradójicamente es lo que ocasiona que degustemos el segundo. La personalidad del candidato y el partido que lo postula son muy importantes, pero sobre todo, las propuestas. Las propuestas.

 

www.plaza-civica.com          @FernandoNGE

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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El Heraldo de Saltillo
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