Pasadena, California.- En la noche de este 31 de enero tendrá lugar un espectacular fenómeno astronómico: coincidirán una superluna, una luna de sangre y una luna azul, que podrá observarse en partes de Asia y Australia. Sin embargo, lejos de lo que afirma la creencia popular, su influencia sísmica será escasa.
La noche de este miércoles, la Luna no sólo se acerca especialmente a la Tierra, dando lugar a lo que se conoce como superluna, sino que además nuestro planeta se coloca alineado entre el satélite y el Sol, provocando un eclipse lunar total y haciendo que la Luna adquiera un color entre anaranjado y rojizo. Además, será una luna azul: la segunda luna llena en un mes.
No obstante, según afirma un equipo liderado por la geóloga estadounidense Susan Hough, del Instituto estadounidense de Geología en Pasadena, sus consecuencias serán menores de lo que se suele afirmar.
Pese al mito de que las fases lunares influyen en la formación de terremotos, la realidad es que esta influencia es, en el mejor de los casos, mínima, afirman en una investigación recién publicada en las «Seismological Research Letters».
«No hay ningún indicio de que un terremoto de elevada magnitud se desencadene de manera significativa por la posición de la Tierra en relación con la Luna o el Sol», escribe Hough. Sólo en el caso de los temblores menores los expertos encontraron una ligera relación.
Para su investigación, Hough analizó 204 terremotos ocurridos en cualquier punto de la Tierra con una magnitud superior a ocho en la escala de Richter, remontándose para ello hasta el siglo XVII. Después, los ordenó según las fases lunares y encontró algunos patrones. Sin embargo, una comparación estadística demostró que surgían patrones similares ordenando los datos de forma aleatoria.
«Es como lanzar una moneda: a veces, sale cara cinco veces seguidas», explica la experta. No obstante, la posición de la Luna y el Sol sí genera un cierto estrés en el interior de la Tierra, lo que podría ejercer una influencia mínima en la formación de terremotos, añade. Eso sí, es tan ínfima que de ningún modo se podrían prever los sismos. (DPA)
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