RUBÉN OLVERA MARINES
Manolo Jiménez no se anduvo por las ramas, inmediatamente después de tomar posesión como alcalde de Saltillo, abrió fuego, metralla, en contra de su antecesor, el panista Isidro López. Lo advirtió: demandó una entrega-recepción pronta y ordenada. No la obtuvo.
Con intención o sin ella, el novel alcalde rompió formalidades políticas e inició la campaña en donde buscará su reelección, y en la que se enfrentará, casualmente, al blanco de sus embates.
Manolo Jiménez deberá ser certero y bañar sus dardos con el mejor veneno. De lo contario, la presa podría sublevarse y dañar a su captor. De vez en cuando, Isidro López también suele dar sorpresas, como la grabación en donde exigía recursos municipales al ex gobernador Rubén Moreira, y éste, supuestamente, lo amenazó… “La mula no era arisca, la hicieron…”
Patrullas que faltan. Pasivos ocultos. Nómina exorbitante. Obras sin concluir. Vueltas a la izquierda en el boulevard Venustiano Carranza sin dictamen técnico de viabilidad. Más lo que se acumule. Todo un manojo de ásperas sorpresas que el alcalde panista dejó, aparentemente, a su paso por la alcaldía de la capital.
Y lo mejor de todo, astuto como es, Manolo Jiménez ha ordenado una auditoría a las arcas municipales, para lo cual, aseguró, contratará a un despacho internacional. Suena a que el resultado –el cual se antoja predecible−, tendrá un aire de objetividad e independencia. En lo absoluto. Así sean los afamados despachos Deloitte o KPMG quienes realicen la revisión al ejercicio de Isidro López, el resultado tendría una secuela electoral; el sentido del dictamen será instintivamente un misil político.
Digámoslo mil veces: la campaña por la alcaldía de Saltillo ya inició; los argumentos que esgrima Isidro López en su defensa o los señalamientos que establezca Manolo Jiménez, entran, indiscutiblemente, en la arena política y electoral. Jiménez no inició un gobierno, arrancó una campaña; López hace campaña para repetir en la alcaldía desde el momento en que Guillermo Anaya le ganó la candidatura para la gubernatura de Coahuila.
Confieso que me agrada la forma puntual y vertiginosa con la que Manolo Jiménez ha actuado en señalar los supuestos desatinos de su antecesor. Más allá del interés político y electoral de llevar a las urnas la indignación ciudadana por haber anunciado que hay más patrullas de las que realmente existen, inflar la nómina o por entregar obras inconclusas, sacar a la luz pública y al escrutinio ciudadano los yerros de una administración, es propio de las democracias, se ejercita la rendición de cuentas.
Isidro López tuvo la misma oportunidad cuando recibió la alcaldía de su antecesor, Jericó Abramo; no la aprovechó, le corrió una cortesía política pero, a cambio cargó, indirectamente, con los posibles descuidos de Jericó. Ahora, el empresario al que le gustó la política, deberá iniciar una campaña, no electoral, sino para defender su administración, cosa que, gracias al propio Isidro, no tuvo la necesidad de hacer Jericó.
La estrategia para invalidar la administración panista, podría traerle algunas simpatías al PRI, sobre todo si el exalcalde no logra defenderse en forma contundente. Pero transformar las simpatías en votos es cosa distinta. Manolo Jiménez deberá tener cuidado de no mostrarse excesivamente beligerante y subjetivo en sus apreciaciones, al grado de descuidar el trabajo propio. Pronto él se verá en la misma situación de rendición de cuentas que su antecesor. Al final del día él es gobierno y su antecesor es, por el momento, oposición. Además, recordemos que el pasado 4 de junio las urnas de la capital coahuilense se llenaron de votos a favor del priista, esperando que en pocos meses mejoren las condiciones de transporte, seguridad, pavimentación, finanzas públicas, vialidades, entre otros asuntos que dejó inconclusos o que simplemente no resolvió su antecesor. Si los resultados no se observan pronto, las simpatías por los señalamientos en contra de Isidro podrían diluirse.
Las expectativas respecto a la gestión de Manolo Jiménez están en lo más alto. Lo más importante es que el joven saltillense utilice su capital político para gobernar, hacer en pocos meses la diferencia. Como argumenté en otra colaboración: la mejor forma de hacer política, es formando un buen gobierno.
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