Desde la Basílica de Guadalupe, llama obispo Hilario a la unidad y bien común de las personas

Este miércoles, al celebrar una misa en la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México, a donde acudió con feligreses locales como parte de la Peregrinación Anual Diocesana, el obispo de la Diócesis de Saltillo, Hilario González García, hizo un llamado a la unidad y apostar por el bien común entre las personas.

“¿Cómo es la casita sagrada que nos pide la Virgen de Guadalupe? Es un recinto dedicado a Dios, consagrado para acoger a toda persona que anhela ser valorada en la familias de Dios, un ambiente donde la hermandad se vive de manera auténtica, un templo en el que se respira la santidad de Dios y se promueve la santidad de sus hijos”, remarcó durante su homilía.

Monseñor Hilario remarcó que para nutrir la fe y la espiritualidad, como formas próximas a Dios, es necesario liberarse del egoísmo y privilegiar el altruismo y la empatía entre iguales.

“Esta casa se construye con la ayuda de personas que han sido rescatadas de la esclavitud del pecado, rescatados de la ley del más fuerte y de la venganza, de la ley que rige este mundo con criterios egoístas y crueles, de la ley de la apariencia y la superficialidad, de las leyes que están de moda porque solamente satisfacen la inmediatez de las pasiones y los intereses de este mundo”, externó.

“Esta casa se construye donde hay amor sincero a Dios y al prójimo, donde hay auxilio al indigente y descartado, donde hay defensa del desvalido, donde hay compasión hacia el pequeño y atribulado”, apuntó.

Por último, el jerarca católico agradeció a la Morenita del Tepeyac por permitir su encuentro con la comunidad de la Diócesis que encabeza, con la convicción de que esta experiencia nutrirá de fe a sus familias y cercanos.

“Agradecemos la bendición de Dios y el cariño de nuestra Señora de Guadalupe en esta peregrinación. Demos gracias por la bondad compasiva que hemos experimentado en nuestra vida, en nuestras familias y comunidades, y correspondamos a su afecto maternal con un testimonio fraterno y comprometido en la Iglesia y en el mundo”, señaló.

“Llevemos a nuestras casas la fragancia de estas rosas del Tepeyac para que nuestras familias se conviertan en casitas sagradas, fruto del encuentro con Dios en los brazos de nuestra Señora de Guadalupe, verdaderos templos de Dios vivo en los que, con María, ofrezcamos el mismo amor, auxilio, defensa y compasión que aquí encontramos”. (OMAR SOTO)