Herencias
El año que está por terminar estuvo marcado por fuertes turbulencias políticas que sacudieron a una parte importante del partido oficial, incluida la presidenta Claudia Sheinbaum. Las controversias se fueron acumulando una tras otra.
A pesar de todo, hay que decirlo sin prejuicios y sin ingenuidad, no lo hizo tan mal, considerando los problemas financieros, de seguridad y un largo etcétera que heredó de su antecesor.
Su primer año se sintió más como un período de cumplimiento de obligaciones testamentarias que un arranque normal de gobierno. Se trató de custodiar una herencia política, no de impulsar un proyecto personal.
Para nadie es un secreto que incluso el testamento político que Sheinbaum recibió venía con “albaceas”: figuras incómodas encargadas de vigilar que las disposiciones se cumplieran al pie de la letra. Cualquier desviación o retraso se reporta de inmediato allá, a la selva.
Quizá la presidenta se sienta cómoda cuando se trata de preservar el legado y mantener viva la llama fundacional del movimiento; pero cuando llega el momento de tomar decisiones de Estado, que no de partido, esta posición deja de ser confiable para cualquier estadista.
Y es que a Sheinbaum le tocó asumir deudas, cumplir compromisos políticos y hacer realidad la voluntad del autor del testamento.
Hoy nos damos cuenta de que ese bastón de mando venía cargado de sorpresas. Llevar hasta sus últimas consecuencias la reforma judicial y mantener, contra toda lógica, proyectos mediante cuantiosos subsidios son el mejor ejemplo, aun cuando varios analistas advierten que esas decisiones podrían afectar el crecimiento económico y el déficit público de este y los próximos años.
Es innegable que las turbulencias políticas de 2025 afectaron la popularidad de la presidenta, pese a que no surgieron entre su círculo cercano ni germinaron bajo su gestión. Pero como ha decidido no voltear al pasado, asume indirectamente la responsabilidad política de lo que pueda comprobarse.
Lo que sí puede atribuírsele y cuestionársele es que la economía se atoró, la deuda siguió creciendo y la inseguridad apenas comenzó a ceder en meses recientes.
Frente a este panorama, muchos se preguntan si los sobresaltos que estallaron en 2025 y la aparición de indicadores económicos adversos serán razones suficientes para que a partir de este momento Sheinbaum aplique sus propias reglas a la llamada transformación.
En términos testamentarios, eso significaría disponer por completo y con libertad de la herencia. No se trata de un rompimiento, sino de reconocer que en este año la mandataria invirtió más tiempo justificando el pasado que delineando el futuro.
Por lo pronto, la sustitución adelantada del fiscal es vista por algunos como la primera señal de los nuevos tiempos. Quizá la llegada de Ernestina Godoy no signifique un giro con respecto al estilo de gobierno que Claudia Sheinbaum heredó, pero hay algo de lo que podemos estar seguros: ahora la fiscalía lleva su sello y se conducirá bajo sus criterios.



