La seguridad en Coahuila y sus críticos
La cifra de homicidios más baja en 18 años, con una tasa de apenas 1.76 por cada 100 mil habitantes en lo que va de 2025, y la segunda entidad con la menor percepción de inseguridad del país. No cabe duda: Coahuila atraviesa uno de sus mejores momentos en materia de seguridad.
Eso fue lo que destacó el gobernador Manolo Jiménez Salinas en su Segundo Informe. Un balance positivo respecto a la principal preocupación ciudadana en México y América Latina. Coahuila podría ser una excepción en un país donde muchos estados retroceden.
Pero ese avance se ejemplifica mejor si escudriñamos el pasado. Entre 2009 y 2015, la violencia estatal se salió de control, alcanzando su punto más crítico en 2012, cuando la tasa subió a 40 homicidios por cada 100 mil habitantes, una cifra que hoy parece escalofriante.
¿Cómo olvidar aquellas balaceras, levantones y todo tipo de crímenes convertidos en notas periodísticas casi a diario?
Tiempos violentos aquellos. En esos años, Yucatán era el referente nacional. Mientras estados como Chihuahua alcanzaban tasas de 78 en 2012, el estado peninsular mantenía niveles mínimos de inseguridad: 2 homicidios por cada 100 mil habitantes. Un nivel que parecía imposible de igualar.
Hoy, frente a una percepción nacional de repuntes delictivos y territorios bajo control criminal, Coahuila destaca con un modelo de seguridad que ha dado resultados. Junto a Yucatán, se ha convertido en uno de los referentes nacionales que otros estados deberían observar.
Mire que alcanzar una tasa de homicidios histórica y además la segunda más baja del país en lo que va de 2025, solo detrás de Yucatán, habla de una estrategia eficaz.
Incluso los llamados “años dorados” de la seguridad estatal quedaron atrás. Entre 2000 y 2005, el promedio rondaba los cinco homicidios por cada 100 mil habitantes, quizá un poco menos, pero nunca tan cerca de los 1.76 que registra hoy Coahuila.
Extrañamente, el éxito del modelo Coahuila parece incomodar a algunos, al punto de recurrir a teorías conspirativas o supuestos “pactos” secretos para descalificar los resultados.
Lo paradójico es que esos críticos son los primeros en recorrer el estado con total tranquilidad. Viajan por Torreón, Piedras Negras, Sabinas o Monclova sin molestias; presumen fotos de sus giras y encuentros, y si algo transmiten es justamente la
confianza y la calma que insisten en negar. ¿Alguno se atrevería a recorrer Sinaloa o Michoacán con la misma facilidad?
No se trata de “aplaudir”. No es el estilo de esta columna. Y, como he dicho antes, en seguridad no hay héroes ni banderas blancas. Mientras se hable de una “tasa”, por mínima que sea, hay víctimas que lamentar.
Lo justo —y lo más sano en democracia— sería valorar, sin dejar de lado la crítica siempre necesaria, los esfuerzos de las autoridades para contener este flagelo. Insisto, no es zalamería ni propaganda; es identificar lo que funciona para fortalecerlo y replicarlo.
Del mismo modo, habrá que reconocer los avances de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien recientemente presentó cifras alentadoras: los homicidios y delitos de alto impacto muestran una tendencia a la baja. Seguramente los críticos al modelo de Coahuila celebrarán esos resultados federales; sería lo correcto.
Pero si es así, ¿cómo explicar que esos mismos críticos, dispuestos a valorar los logros nacionales, se nieguen a reconocer los resultados de Coahuila? Ese doble criterio no enriquece el debate; es una incongruencia.



