La tanatóloga comparte que el conocimiento, el amor y la empatía transforman el duelo y dignifican la muerte
Hablar de la muerte sigue siendo un tabú, sin embargo, la tanatología es un puente entre la ciencia y la humanidad, recordando que morir con dignidad también es una forma de vivir con plenitud.
En los últimos años, esta disciplina ha cobrado relevancia como un campo que busca comprender y acompañar el proceso de la muerte desde una perspectiva científica, emocional y espiritual.
Más que estudiar el hecho de morir, la tanatología se enfoca en brindar apoyo a las personas que enfrentan enfermedades terminales y a sus familias, ayudándolas a transitar el duelo con serenidad y aceptación.
LOS PILARES DE LA TANATOLOGÍA
La tanatología se sustenta en tres pilares esenciales.
El primero es la autonomía, que reconoce el derecho de cada persona a decidir cómo quiere vivir sus últimos momentos.
El segundo es la dignidad, que busca garantizar una muerte sin dolor, en un entorno de respeto y amor.
Y finalmente, la aceptación, que invita a asumir la muerte como parte natural del ciclo de la vida, ayudando tanto al paciente como a sus seres queridos a afrontar el momento con paz.
Más allá de la muerte física, esta disciplina aborda las pérdidas en general: la de un ser querido, una relación, un trabajo, una mudanza, o incluso la independencia. Toda transformación que implique dejar algo atrás forma parte del estudio tanatológico.
UNA VOCACIÓN NACIDA DEL DUELO
La tanatóloga, educadora y terapeuta Rita Elaine Fishburn Olson encontró, tras una experiencia personal, la oportunidad de brindar acompañamiento a quienes enfrentan la muerte o una pérdida.
“Mi papá murió cuando yo era menor de edad y nunca manejé ese duelo. Me quedé atorada en la melancolía, en el extrañar, en los ‘hubiera’. Pasaron aproximadamente tres décadas para que entendiera que aquella herida seguía abierta”, recuerda Fishburn.
Su proceso de sanación comenzó tras leer el libro A Year to Live de Stephen Levine. A partir de ahí, entró en terapia, cursó un diplomado en tanatología en Saltillo, y más tarde una maestría en Desarrollo Humano. Tras jubilarse de la Normal Superior, estudió una maestría en Tanatología en Harvard, y trabajó como terapeuta e investigadora en cuidados intensivos en Providence, Rhode Island, acompañando a enfermos terminales y a sus familias.
“Aprendí que el enfermo necesita hablar de lo que está viviendo. Hay que escucharlo, acompañarlo y ayudarlo a que sus últimos días los viva en paz. Cuidar los detalles: que la habitación huela bien, que escuche música que le guste, darle masaje, leerle, hacerlo sentir cómodo.”
EL PROPÓSITO DE UNA TANATÓLOGA
“El propósito de una tanatóloga es que la persona que está muriendo se vaya en paz, sin pendientes —especialmente emocionales—, y que su gente querida también se quede en paz. Sin embargo, no es nada sencillo”, afirma Fishburn.
Considera fundamental involucrar a la familia en el proceso de cuidado. “A veces la familia tiene miedo de hablar del tema, piensan que el enfermo se va a estresar, pero lo mejor es que sepa la verdad. Es importante dejar todo en orden: testamento, cuentas, decisiones médicas… y sobre todo, respetar lo que el enfermo decida.”
LAS ETAPAS DEL DUELO
Las etapas del duelo fueron descritas por la pionera de la tanatología moderna, la doctora y psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, quien, tras acompañar a enfermos terminales, identificó cinco fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación, a las que más tarde añadió una sexta: encontrar sentido.
Estas etapas no son lineales; pueden repetirse o incluso omitirse según cada persona. Rita Fishburn rescata la imagen de la mariposa monarca, símbolo que Kübler-Ross observó grabado en los muros de campos de concentración y que representa la libertad del alma.
“La oruga muere para convertirse en mariposa; así también nosotros dejamos el cuerpo para transformarnos en algo más hermoso: el espíritu”, reflexiona Fishburn.
Hablar de la muerte sigue siendo difícil, pero hacerlo es necesario. “Hay que abordarlo en casa, incluso con los niños, desde cosas simples como la pérdida de una mascota o el cambio de estaciones. Al no hablarlo, crecen los temores”, explica Rita.
A los hijos hay que permitirles preguntar y responder con honestidad, sin sobreexplicaciones, ayudándolos a comprender el proceso con naturalidad. “Los niños aprenden más por lo que ven que por lo que decimos”, añade.
Cuando alguien atraviesa una enfermedad o duelo, la mejor forma de apoyo no siempre son las palabras. “Lo más importante es escuchar, estar presentes y acompañar con actos y actitud. La presencia amorosa dice más que cualquier discurso”, aconseja Fishburn.
El derecho a morir con dignidad
Toda persona enferma tiene derechos que deben respetarse hasta el último segundo de vida:
- Ser tratada como un ser humano, con conciencia y sin dolor.
- Expresar sus emociones y mantener su paz espiritual.
- Decidir sobre su tratamiento médico.
- No morir sola.
- Morir con dignidad y respeto hacia su cuerpo.
“Morir con dignidad es morir en paz, con aceptación y amor. No se trata de rendirse, sino de cerrar el ciclo de la vida con gratitud”, sostiene la especialista.
Recomienda dejar por escrito los deseos sobre tratamientos médicos en caso de enfermedad terminal. “Hablar de esto abiertamente quita un enorme peso a nuestros seres queridos. Tomar esas decisiones nosotros mismos es un acto de amor.”
Rita invita a practicar tres palabras fundamentales en la vida y especialmente en los procesos de despedida: “Perdóname. Gracias. Te quiero.”
Fishburn concluye con una reflexión que resume la esencia de la tanatología:
“Todos tenemos una fecha de caducidad. Vivir plenamente, honrar a nuestros ancestros y aprovechar a las personas que amamos es la mejor forma de prepararnos para morir en paz.”





