COMPETENCIA Y COOPERACIÓN

Columna de El Colegio de Economistas de Coahuila, A.C.

El costo oculto del cambio climático: cómo las temperaturas extremas disparan el consumo eléctrico en México

 

Por: Dr. Vicente Germán Soto

El aumento de 1.3°C en las temperaturas máximas durante las últimas dos décadas está transformando los patrones de consumo energético del país, con efectos directos en la economía familiar y el desarrollo regional.

La energía eléctrica mantiene en marcha las empresas, las industrias, las escuelas, impulsa la economía y hace funcionar la vida cotidiana. Pero este servicio fundamental enfrenta una presión creciente por factores que van desde la capacidad de suministro hasta el desarrollo económico y el progreso. Entre todos ellos, hay uno que cobra cada vez mayor protagonismo: el cambio climático.

En México, las cifras de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) son contundentes. Las temperaturas máximas han aumentado 1.3°C en los últimos veinte años, mientras que las mínimas se han elevado cerca de 1.4°C, en promedio, durante el mismo periodo. Pero más allá de estos números, lo preocupante es el comportamiento de los extremos. El clima frío se ha vuelto más volátil en la mayoría de las regiones. No mantiene su condición por mucho tiempo: puede ser muy frío de repente y luego regresar a temperaturas normales en periodos cortos. El clima caliente, por su parte, es más intenso pero se mantiene estable en valores elevados.

Esta diferencia tiene consecuencias directas en el consumo eléctrico. Con base en datos de la Secretaría de Energía, las regiones más calientes demandan mayor electricidad de manera sostenida, pero el frío presenta picos de consumo más pronunciados debido a su variabilidad. Esto lo hace menos predecible y provoca cambios bruscos en la demanda energética. Investigaciones de la Facultad de Economía han revelado que el impacto del clima frío suele ser regionalmente asimétrico, pues resulta más pronunciado en ciertas regiones, generando mayor frecuencia de apagones e interrupciones que afectan la dinámica de la actividad económica. La infraestructura eléctrica, diseñada con parámetros climáticos del pasado, enfrenta ahora demandas para las que no fue dimensionada.

El problema trasciende lo técnico. Con un presupuesto familiar constante, satisfacer la creciente demanda de electricidad para climatización significa reducir el gasto en otros rubros: alimentación, salud, educación. Los efectos del cambio en las temperaturas van más allá del ámbito climático: se trasladan a la demanda de electricidad e inciden directamente en el desarrollo económico. La situación es especialmente grave para la población más vulnerable, donde el aumento en el gasto eléctrico merma significativamente el ingreso disponible. Las afectaciones en la salud por exposición a temperaturas extremas se suman a este panorama.

 

¿Conducta cíclica o cambio estructural?

Si las temperaturas mantienen esta tendencia y los cambios responden a un comportamiento estructural y no cíclico, entonces estamos ante un nuevo paradigma. Los últimos años lo sugieren: las olas de calor se presentan con mayor frecuencia, los fríos son más extremos, las lluvias se han intensificado creando inundaciones en algunos lugares y sequías prolongadas en otros. Los huracanes parecen presentarse con mayor frecuencia y fuerza. La relación entre temperaturas y consumo de electricidad está cambiando rápidamente, con consecuencias inmediatas para la sociedad.

 

Tres acciones urgentes

En México, los riesgos asociados al aumento de las temperaturas son preocupantes y exigen acción inmediata:

Primero, impulsar la generación de energía desde fuentes limpias. Es necesario crear infraestructura accesible para que la población pueda aprovechar alternativas renovables que, además de reducir emisiones, pueden descentralizar y fortalecer el suministro.

Segundo, profundizar la investigación sobre los efectos del clima en el desarrollo económico. Se requieren más estudios que identifiquen las regiones y temporadas más susceptibles de ser afectadas, permitiendo una planificación preventiva y más eficiente del gasto en infraestructura.

Tercero, replantear el desarrollo urbano. El crecimiento poblacional está llevando a urbanizar terrenos de alto riesgo ante eventos de precipitación pluvial de gran magnitud. Una planificación más eficiente puede prevenir tragedias y reducir vulnerabilidades.

El cambio climático ya no es una amenaza futura: sus efectos están aquí, reflejándose en los recibos de luz, en los apagones más frecuentes y en los presupuestos familiares cada vez más ajustados. La sociedad mexicana enfrenta un mayor sacrificio, ahora por eventos climáticos. El clima merece mayor consideración en la planificación de la actividad económica del país.

 

  • El autor es Profesor e investigador de la Universidad Autónoma de Coahuila, Facultad de Economía