NAVAJA LIBRE

México saqueado, hipotecado e impune

El primer año de Claudia Sheinbaum ha estado marcado por las herencias envenenadas: la deuda pública, el huachicol, el sistema de salud pública quebrantado, el campo abandonado, la economía a pique y otras muchas desgracias que dejó Obrador.

Durante el sexenio de AMLO, el compromiso financiero del país creció un 68%, pasando de 10.48 a 17.67 billones de pesos. Es decir, 7.19 billones más, que hoy pesan sobre las espaldas de los mexicanos y limitan la capacidad del gobierno para invertir en lo verdaderamente prioritario: salud, educación, seguridad.

La deuda, como bien saben los hogares, no es mala en sí misma; lo grave es endeudarse para gastar sin resultados duraderos. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Se nos dijo que no habría endeudamiento, que el país tendría finanzas sanas. Pero la realidad es otra: los recursos se dilapidaron en proyectos faraónicos, sin planeación ni beneficios palpables. En la práctica, el país se endeudó para gastar sin resultados duraderos.

Cada peso que se va a la deuda es un peso menos en la mesa de las familias, en la educación de nuestros hijos, en la seguridad de nuestras calles. El costo es inmenso y creciente, pero lo más indignante es que, a pesar de esta irresponsabilidad, López Obrador sigue siendo intocable. No hay investigación, no hay rendición de cuentas, no hay justicia.

El huachicol, también fue otra gran sangría del sexenio pasado, con pérdidas estimadas en cuando menos 708 mil millones de pesos por huachicol físico y fiscal, de los cuales 600 mil millones ya fueron reconocidos por la Procuraduría Fiscal. ¿Qué significa esa cifra en la vida real? Con ese dinero se habrían podido construir 1 millón 416 mil viviendas de interés social; cubrir durante un año los gastos básicos de 12 millones de familias.  En pocas palabras: cada hogar de México pudo haber tenido un respiro económico… pero esos recursos terminaron en manos del crimen y de la corrupción. López Obrador, quien juró combatir la corrupción, fue en realidad su protector más fiel. Y hoy, Claudia Sheinbaum repite la fórmula de la complicidad: callar y permitir que la impunidad sea la norma.

El símbolo más importante del primer año de Sheinbaum en la Presidencia se llama “pacto de impunidad”. A pesar del desastre económico y social herencia de AMLO, no hay responsables, no hay cuentas claras. Aquel que prometió no mentir, no robar y no traicionar, dejó un país hipotecado, saqueado y fracturado… y sigue intocable. Al optar por no buscar castigar a su padrino político, Sheinbaum se vuelve cómplice y convierte la impunidad en política de Estado.