PUNTO DE CIENCIA

 


Del lote baldío al huerto de la colonia: cómo construir bienestar desde la comunidad

 Lilia Salas Pérez

En muchas colonias de nuestras ciudades, especialmente en la periferia, abundan los espacios olvidados: terrenos vacíos, camellones llenos de basura, parques sin mantenimiento. Al mismo tiempo, escasean los lugares donde convivir, hacer ejercicio, jugar en familia o simplemente respirar aire limpio. Esta falta de espacios verdes no solo afecta la apariencia de una colonia, también influye en la salud, la seguridad y la convivencia de quienes viven en ella. ¿Y si esos espacios vacíos pudieran convertirse en algo útil, bonito y productivo? Esa es la idea detrás de las “Comunidades sostenibles”, una propuesta que está ganando fuerza en muchos países para mejorar la calidad de vida desde lo más cercano: nuestra colonia.

Una comunidad sostenible no es algo complicado ni costoso. Se trata de crear espacios que mezclen naturaleza, convivencia y producción local. Por ejemplo, huertos urbanos donde se cultiven verduras frescas, jardines comestibles con hierbas y frutas, farmacias naturales con plantas medicinales y zonas de juego para niños. Todo esto acompañado de bancas, sombras, senderos y áreas de reunión donde las personas puedan conocerse, colaborar y se sientan seguras.

Esta transformación tiene beneficios concretos: mejora la alimentación, embellece el entorno, reduce el calor, baja la violencia, fomenta la actividad física y, además, puede generar ingresos extra para las familias. No se trata solo de sembrar lechugas, sino de sembrar bienestar y comunidad.

Hay casos exitosos en Latinoamérica como Argentina y Colombia donde han creado “parques comestibles” en zonas urbanas donde antes solo había abandono. Estos espacios han servido para enseñar a niños, capacitar a adultos, recuperar la relación con la tierra y hasta para vender productos en mercados locales. En Xochimilco, al sur de la Ciudad de México, los proyectos de agricultura urbana han ayudado a rescatar tradiciones agrícolas y a reforzar la seguridad alimentaria. Otro ejemplo es Chiapas, donde comunidades han desarrollado sistemas de trueque usando monedas sociales, creando un mercado justo y sin intermediarios, donde las personas intercambian productos o servicios directamente.

¿Y en el norte del país? En un estudio realizado por la Universidad Autónoma de Coahuila en colonias de Torreón, 70 % de las personas entrevistadas dijeron que estarían dispuestas a participar en un huerto urbano, siempre que tuvieran apoyo técnico y un espacio seguro. Es decir, la voluntad ya está ahí, solo falta que las autoridades, las escuelas, las organizaciones y los propios vecinos se unan para hacer realidad estas ideas. No se trata de esperar a que “alguien más lo haga”, sino de comenzar con pequeños pasos: organizarse con los vecinos, pedir asesoría, recuperar un espacio, involucrar a los jóvenes, y compartir saberes. La ciencia y la educación también pueden apoyar, con talleres, seguimiento y propuestas adaptadas a cada lugar.

En tiempos de crisis ecológica, cambios climáticos y desconfianza social, recuperar los espacios comunes es más urgente que nunca. Las comunidades sostenibles son una forma concreta y cercana de reconectar con la naturaleza, fortalecer la economía local y, sobre todo, volver a confiar en que juntos podemos mejorar nuestra calle, nuestro barrio y nuestra ciudad. Si tienes un espacio vacío cerca de tu casa, míralo otra vez. Tal vez no sea solo un terreno baldío… tal vez sea el inicio del huerto que tu comunidad necesita.

 

Facultad de Contaduría y Administración, Unidad Laguna

 

lsalas@uadec.edu.mx