AVISO DE CURVA

En arenas movedizas con Trump

Desafiar a Donald Trump es como entrar en arenas movedizas. Al momento de ofrecer mayor resistencia, su determinación y la agresividad de sus declaraciones aumentan.

El magnate utiliza todo el armamento económico, político e incluso militar de Estados Unidos para lograr sus propósitos. Sin embargo, en el fondo solo quiere negociar, con ventaja, por supuesto. Negociar significa hacer concesiones, sin perder de vista los beneficios.

Confrontar en este momento a Trump sería un error estratégico para cualquier país latinoamericano. Lo ocurrido recientemente a Gustavo Petro es el ejemplo perfecto.

El presidente de Colombia quiso verse valiente —o insensato—. Desprovisto de argumentos, sin propósito explícito y sin dejar espacio para negociar, declaró tajantemente que no recibiría ningún avión norteamericano con migrantes deportados.

Ante esto, la irritación del presidente norteamericano se transformó en una clara amenaza de imponer aranceles. Amedrentado y abatido, el colocho finalmente aceptó las condiciones impuestas por la administración Trump. Petro puso en riesgo a la economía de su país. Ocurre cuando no hay estrategia. Y ahora su adversario estadounidense sabe de qué pie cojea.

Irónicamente, Colombia tuvo que utilizar sus propios aviones para transportar a migrantes desde Estados Unidos. Una típica demostración de poder por parte de Trump. El mandatario colombiano no solo recibió a los deportados, también costeó su traslado.

Un hecho semejante no debería suceder en México. Las autoridades mexicanas deben ser más creativas que las colombianas. Incluso más perspicaces que el propio Donald Trump y su cruzada arancelaria. Es mucho lo que está en juego.

De las diversas sugerencias que se han dado a conocer, una llamó mi atención. Esta implica no responder a Trump con más aranceles u otras medidas proteccionistas susceptibles de desencadenar una guerra comercial, como la protagonizada entre China y Estados Unidos en 2017.

En cambio, México debería buscar alternativas. Por ejemplo, alejar las negociaciones de temas irreductibles para Trump, como el narcotráfico, y conducirlas hacia ámbitos de mayor interés para los estadounidenses, incluidos la economía y la migración. Es una negociación: ceder en el primer punto y buscar beneficios en el segundo.

¿Qué sentido tiene oponerse a la designación de algunos grupos criminales como terroristas y tomar acciones más severas para combatirlos, si están en juego nuestros compatriotas que residen en Estados Unidos, la economía mexicana y millones de empleos? El tema es delicado, pero deben encontrarse puntos de acuerdo sin comprometer la soberanía nacional.

La mejor credencial que México puede exhibir en materia económica y contención de la migración es la expansión que el norte de México y la región del Bajío han experimentado en las últimas décadas.

Ambas naciones deberían poner en la balanza que la industrialización de Querétaro, Guadalajara, León, Aguascalientes, San Luis Potosí, Saltillo, Monterrey, Chihuahua, Tijuana y Hermosillo, por citar algunos ejemplos, ha dejado beneficios para los dos países, producto del libre comercio.

El crecimiento de estas ciudades las ha convertido en actores centrales en ambas economías. Albergan multinacionales de capital estadounidense. Producen bienes que sustentan las cadenas de valor. Abastecen a los mercados. Y, por si fuera poco, generan miles de empleos, muchos de los cuales son ocupados por personas que de otro modo emigrarían a Estados Unidos. Un tarro de miel que los gringos no quieren perder.

Imponer aranceles es lo mismo que dispararse en el pie.

Autor

Rubén Olvera Marines
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