EN EL TINTERO

Irresponsabilidad y revanchismo en las transiciones municipales

En la política mexicana, la ambición por el poder no termina con el mandato. Los ejemplos sobran, tanto a nivel nacional como en Coahuila, de personajes que se resisten a aceptar que sus días al frente de un gobierno han quedado atrás. Esta obsesión por no soltar el control, más allá de ser una muestra de arrogancia, tiene consecuencias para la sociedad.

Recordemos uno de los casos más emblemáticos a nivel nacional que fue el de Felipe Calderón. El expresidente panista, en una entrevista con Joaquín López-Dóriga a días de concluir la administración federal, confesó que le dolía dejar el poder, un sentimiento que parece haber definido no solo su salida, sino su propio sexenio. Calderón utilizó el sistema como un arma de venganzas políticas, algo que, aunque no exclusivo de su administración, marcó un periodo de desastres y muerte. Bajo su mando, México vivió un saldo mortal sin precedentes, con miles de personas asesinadas y desaparecidas. Este apego al poder, combinado con decisiones autoritarias y devastadoras, dejó cicatrices profundas que el país aún no logra sanar.

En Coahuila, aunque no enfrentamos un escenario de violencia tan extremo, hoy tenemos a políticos que, al igual que en ese entonces con Calderón, no han logrado desprenderse de la ambición de poder y, en su obsesión, han recurrido a prácticas similares de revanchismo político.

En Múzquiz, la morenista Tania Flores parece incapaz de aceptar que su tiempo como alcaldesa terminó. Su constante crítica a la nueva administración de Laura Jiménez, quien apenas asumió hace días, refleja una negación preocupante. Desde sus redes sociales, Flores no solo señala, sino que incluso da “consejos” sobre cómo gobernar, olvidando que su propia gestión estuvo marcada por órdenes de aprehensión evadidas mediante amparos y serias irregularidades financieras sin olvidar que dejó las cuentas en ceros. Esta actitud no es solo arrogante, sino contraproducente para el municipio que dice haber servido.

Por otro lado, en General Cepeda, el panista Juan Salas dejó de gobernar hace tres años, para dar paso a la gestión de su hermano Pablo como alcalde, quien le dio continuidad a una administración emanada del albiazul. Sin embargo, en las elecciones más recientes, su hermano perdió la reelección frente a la priista Mayra Verónica Ramos Rodríguez. Desde entonces, los hermanos no solo se han negado a aceptar esta derrota de los Salas, sino que ahora Juan “asesora” a un grupo de alrededor de 50 empleados de confianza para que demanden al ayuntamiento por despido. Esto, además de ser un claro ejemplo de revanchismo político, refleja una profunda desconexión con las realidades administrativas, ya que los cambios de equipo son comunes y no necesariamente ilegales en cada transición de gobierno.

En Candela, el caso de la panista Arcelia Jasso Vaquera también evidencia irresponsabilidad en la transición de poder. La nueva administración encabezada por Fernando Juárez Santos recibió el municipio con graves irregularidades: discos duros vacíos que supuestamente contenían información del ayuntamiento, mobiliario incompleto, y solo 7 mil pesos en las arcas municipales. Estas acciones no solo obstaculizan el inicio de una nueva gestión, sino que reflejan una falta de respeto hacia la ciudadanía. Juárez Santos ha señalado que tomará medidas legales para investigar estas anomalías y deslindar responsabilidades, buscando reparar el daño causado por la administración anterior.

En Frontera, la historia no es diferente. Roberto Piña, de Morena, dejó un legado de abandono en el área de seguridad pública al entregar solo una patrulla en condiciones operativas a su sucesora, Sary Pérez Cantú. Las demás unidades estaban en pésimas condiciones, afectando directamente la capacidad de respuesta ante las necesidades de los ciudadanos. Este tipo de negligencia no solo refleja una mala planeación, sino también una indiferencia hacia la continuidad de los servicios públicos esenciales.

Estos ejemplos nos dejan una lección: la resistencia a soltar el poder ya sea desde el nivel más alto como en el caso de Felipe Calderón, o en los municipios de Coahuila, no solo daña a los políticos involucrados, sino a las comunidades que deberían servir. Gobernar implica responsabilidad, y esa responsabilidad no termina con el último día de mandato. El verdadero legado no se construye desde la revancha ni desde el ego, sino desde un compromiso genuino con el bienestar ciudadano.

 

Autor

Jessica Rosales
Jessica Rosales
Reportera desde enero de 2000. Fundadora de la Agencia de Noticias Digital UNIMEDIOS. Actualmente titular del noticiero Capital Noticias 91.3FM en Saltillo y Coordinadora de Contenidos de Capital Media Coahuila. Escribo la columna “En el tintero” que difunde El Heraldo de Saltillo, La Otra Plana y Capital Coahuila.
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