A LA BÁSCULA

Radicales contra institucionales

Con todo y que en su mañanera de este jueves Claudia Sheinbaum Pardo haya negado que la reelección de Rosario Piedra Ibarra haya sido por indicaciones del ex presidente López Obrador, en el imaginario colectivo ha quedado la impresión de que el tabasqueño le ganó a la presidenta las primeras ‘venciditas’ públicas en un duelo que ya se veía venir porque muy pocos creían, y creen, que éste se vaya a retirar de la vida pública como lo repitió muchas veces antes de dejar el cargo.

De muchos es conocido que Piedra Ibarra no era la carta de Sheinbaum para la presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) sino la del ex presidente, y pese a que fue la peor evaluada entre los 15 aspirantes, los senadores morenistas la incluyeron primero en la terna finalista, y finalmente por una decisión política la ratificaron en el puesto.

Rosario Piedra resultó con calificación reprobatoria en su primer mandato, en el que debutó con el pie izquierdo porque al inicio de su gestión los seis integrantes del Consejo Consultivo renunciaron en protesta por la actuación de la presidenta del organismo, acusándola de ‘desdeñar’ sus recomendaciones, además de haber recibido ataques y descalificaciones de manera sistemática, ordenados desde la presidencia, obstaculizando su trabajo.

Sin embargo, siempre contó con la protección de López Obrador, que la sostuvo en el cargo porque puso el organismo al servicio del gobierno, y llegado el tiempo de la renovación, siguió contando con el apoyo del expresidente, que a través de su paisano Adán Augusto López controló el proceso para su ratificación, incluyendo el control de algunas voces al interior de Morena que intentaron revelarse, pero fueron sofocados y controlados para que la totalidad de la bancada votara en favor de su reelección, dejando de lado el supuesto ‘voto libre’ de los senadores morenistas.

En el proceso para la elección de la presidencia de la CNDH, Piedra Ibarra no contó con el respaldo de ninguna organización no gubernamental, ni siquiera

de Eureka controlada por su familia; presentó una carta de apoyo apócrifa en la que iba la aparente rúbrica de don Raúl Vera López, quien desmintió que hubiera firmado ese documento. Con todo y eso, y que fue la aspirante peor evaluada de todos los aspirantes, la bancada de Morena la impuso para que siga al frente de la CNDH por cinco años más.

Claudia Sheinbaum asegura que su mentor político está retirado de la vida pública, escribiendo su libro en Palenque y sin ningún interés en la definición de la presidencia de la Comisión. Es obvio que al menos públicamente ella no va a admitir que su antecesor sigue meciendo la cuna, pero ella sabe también que como el animal político que es, jamás se va a retirar por completo.

Decisiones e imposiciones como ésta, al paso del tiempo va a terminar por resquebrajar la supuesta unidad de los morenistas al interior de las dos cámaras, porque por un lado están los duros y radicales del movimiento como Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña entre otros, que siguen y van a seguir obedeciendo las indicaciones, las órdenes emanadas desde Palenque, Chiapas.

Pero por el otro debe haber una corriente de los moderados, los institucionales, a los que les queda muy claro que si bien Andrés Manuel es el fundador del movimiento y el primer presidente de la autoproclamada ‘cuatroté’, ahora la presidenta constitucional es Claudia Sheinbaum Pardo, y es a ella a quien le deben lealtad, y que las órdenes o indicaciones deben salir de Palacio Nacional; los que entienden que el poder no se comparte, y que en la silla presidencial, así Claudia sea pequeña y menudita, no caben dos.

Más tarde o más temprano, esa fijación de posiciones, va a generar una división al interior de las bancadas morenistas en ambas cámaras.

La propia presidenta tendrá que ir, aunque sea paulatinamente, pintando su rayita con el tabasqueño limitándole su margen de acción, olvidarse de ser su ‘defensora de oficio’ –como en los cuestionamientos lanzados por Ken Salazar- y dejar de estar hablando de él como si siguiera siendo el presidente de México. Porque, aunque ha tenido que venir haciendo frente a algunos aspectos de la herencia que le dejó el tabasqueño, muchos de los grandes problemas en que dejó sumido al país, apenas sí se empiezan a manifestar, pero le van a provocar serios dolores de cabeza.

Pronto el ‘pueblo bueno’ le empezará reclamar por ejemplo que no pueda frenar la violencia -3 mil 254 homicidios dolosos en 44 días-, y muchos otros temas más. Y habrá que ver cómo se da a partir de enero, la relación con el próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y sus amenazas contra nuestro país por los temas de la inmigración, la violencia y el tráfico de estupefacientes.

Y cuando deba afrontar los problemas del México real, no habrá ninguna voz que se levante desde Palenque, para defenderla.

 

laotraplana@gmail.com

X= @JulianParraIba

 

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.