CÓMO DECÍA MI ABUELA

Los niños y los borrachos…

Las ceremonias religiosas eran muy importantes para mi abuela, quién siempre rezaba el rosario y brindaba una merienda o cena como ofrenda al término de cada ritual. Todos conocíamos bien nuestras tareas: los niños nos hincábamos para seguir los rezos, ya fuera repitiendo o guardando silencio, y mi mamá y tías, comenzaban a prepararse para servir la ofrenda durante las letanías. Mi abuela siempre nos recalcaba que al niño que no rezara no le darían cena, por lo que todos procurábamos seguir las oraciones. Sin embargo, la tradición también indicaba que, una vez despachados los invitados, se llamaba primero a los hombres de casa a cenar. Un día uno de mis primos menores dijo, “a mí me van a servir lo de mi tío fulanito porque él no ha rezado”, a mi abuela, lejos de molestarle, la afirmación le cayó en gracia y dijo mientras reía «los niños y los borrachos siempre dicen la verdad».

Cuando un niño o niña expresa que fue objeto de abuso sexual (ASI) , la primera reacción debería ser creerle, pues no hay razón alguna para que un pequeño que no conoce la naturaleza de las relaciones sexuales mienta acerca de este tipo de encuentros. Al menos deberíamos sospechar que hay algo oscuro detrás de las afirmaciones del menor. Pero esta sociedad, está acostumbrada a encubrir a los agresores y castigar a las infancias, revictimizándolas a través de actos u omisiones.

Así fue como le sucedió a Esmeralda, la niña indígena de 14 años que en 2023 sufrió un aborto espontáneo después de haber sido violada por un familiar de 17 años, y la que ahora enfrenta la acusación de homicidio por parte de la fiscalía de Querétaro quiénes además, solicitan la reparación del daño de 518 mil pesos para el «padre del niño», es decir, el abusador de Esmeralda.

Respecto a la carpeta de investigación por el delito de violación, esta no se ha judicializado, ni se ha investigado porque, según el Fiscal de Querétaro Víctor Antonio de Jesús Hernández «no se encontró evidencia de la violación».

La cópula (elemento necesario para procrear) con una menor de edad es considerada violación ya que la menor no cuenta con la capacidad cognitiva ni legal para consentir tales actos, por lo que es ilógico que se asigne una reparación del daño para el padre, pero que no se le inicie un proceso por violación, si la propia existencia de la prueba de paternidad es evidencia de la cópula no consensuada con Esmeralda.

Al respecto, la presidenta Claudia Sheinbaum en su conferencia mañanera, instruyó a la titular de la Secretaría de la Mujer, Citlalli Hernández, para que dé seguimiento al caso. A través de su usuario @CitlaHM, la secretaria informó en redes sociales que tuvo una reunión con el fiscal de Querétaro y que acordaron «construir una ruta ágil de solución con el objetivo principal de salvaguardar los derechos y la integridad de la niña».

Si casos así suceden, es debido a la cultura de la pedofilia y violación que tenemos arraigadas en nuestra sociedad. Vivimos en entornos que constantemente intentan normalizar que las infancias se involucren en actividades que los sexualizan, mediante la publicidad o la industria del entretenimiento.

Como sucedió hace no mucho en una entrevista hecha a la actriz Luna Fulgencio, quién tiene 13 años de edad, que se tuvieron que desactivar los comentarios debajo del video compartido en la red social «Tiktok» por el alto contenido sexual de los mismos. Cuando se hicieron virales las reacciones a este tipo de comentarios, los individuos intentaron justificarse diciendo que era una broma y las personas estaban exagerando. ¿En qué mundo es una broma comentar acerca del cuerpo y la sexualidad de una niña? En el mundo de los abusadores seguramente.

Por eso no nos sorprende que también existan tipos como Hugh Nelson, el británico de 27 años de edad condenado a dos décadas de prisión por declararse culpable de 16 delitos sexuales contra menores, ya que, este tipo, valiéndose de sus conocimientos en diseño gráfico y la IA Daz 3D creaba imágenes de menores siendo abusados física y sexualmente utilizando las imágenes de niños reales que los pedófilos del círculo cercano de dichos niños le enviaban.

Es así, como se menosprecian los derechos humanos de infancias y adolescencias y se les niega el acceso a la justicia. Porque se normalizan y minimiza el impacto que este tipo de conductas tiene sobre ellos.

Una adolescente no denuncia que fue abusada y ni siquiera tenía conocimiento de su embarazo, una niña acude a la presentación de su película y concede una entrevista, unos niños posan inocentemente ante la cámara en situaciones cotidianas con su familia, y el entorno se siente con la autoridad para criminalizarlos, expresar obscenidades sobre su cuerpo o recrear fantasías de ASI mediante el uso de la inteligencia artificial.

Necesitamos actuar, y hacer caso de lo que decía mi abuela «los niños y los borrachos, siempre dicen la verdad». Empecemos por creerle a los niños, dejemos de minimizar sus conductas y sentires cuando nos expresan que alguien de su entorno no es de su agrado. No los obliguemos a saludar, abrazar o besar a nadie, por más cercano a nuestro círculo que este sea. Enseñémosles con acciones que su voz merece ser escuchada.

Autor

Leonor Rangel
Otros artículos del mismo autor