Washington, EU.- Un estudio reciente, publicado en la revista científica ‘Plos Biology’ sugiere que una sola noche de mal descanso puede tener efectos en el cerebro hasta por dos semanas.
En esta investigación longitudinal, realizada a lo largo de 133 días, se midieron las variaciones en la conectividad cerebral.
Los hallazgos muestran que los efectos no desaparecen con un par de noches de sueño adecuado, sino que persisten en forma de “olas”: la primera impacta la concentración y la segunda afecta la memoria y la atención sostenida. Estos resultados destacan la compleja relación entre el sueño y el bienestar mental.
Este hallazgo pone en tela de juicio la creencia común de que una o dos noches de buen descanso son suficientes para recuperar el rendimiento cognitivo y desafía la idea de que el descanso inmediato es suficiente para recuperarse, señalando la importancia de un descanso constante para la salud cerebral.
Durante la primera semana tras una mala noche, los investigadores encontraron que la concentración es la habilidad más afectada. Las personas suelen tener problemas para enfocar su atención en tareas específicas, lo que genera un deterioro notable en el desempeño diario. A medida que pasan los días, esta dificultad se convierte en un obstáculo para completar tareas de manera eficiente y puede llevar a errores que normalmente no se cometerían.
Hacia el final de la primera semana, y hasta 15 días después, la pérdida de sueño comienza a afectar también la memoria. Los participantes experimentaron dificultades para recordar detalles y concentrarse durante períodos prolongados, afectando directamente sus actividades diarias y su rendimiento. En esta segunda ola de efectos se subraya la complejidad del impacto del sueño en el bienestar mental, sugiriendo que los efectos de una mala noche no solo son más profundos de lo pensado, sino que pueden desencadenar una cadena de dificultades cognitivas.
El estudio también revela que el sueño es solo una pieza en el complejo rompecabezas de la salud cerebral, factores como la actividad física y las relaciones sociales afectan la manera en que el cerebro procesa el descanso. Así, un estilo de vida activo y socialmente conectado puede ayudar a mitigar los efectos de una mala noche.
Este enfoque integral refuerza la idea de que el bienestar mental depende de una combinación de factores, en lugar de solo un buen descanso nocturno.
Es importante señalar que el estudio se realizó con un solo sujeto, lo cual limita la aplicabilidad de los resultados a la población en general. Sin embargo, los autores advierten que la sensibilidad a la falta de sueño varía mucho entre las personas. La edad, el género, y otros factores personales, como los cambios hormonales, pueden influir en el impacto que una mala noche tiene en el rendimiento mental. (EL HERALDO)
https://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/journal.pbio.0020037
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