A LA BASCULA

 

Del Pronasol al Bienestar

Independientemente del partido político del que procedan, los gobiernos de este país han intentado imprimir su sello particular a través de determinados programas que regularmente se mantienen sólo durante el sexenio en que se crean, y al siguiente llega otro mandatario y cambia nombres de dependencias para tratar de imponer su propio sello con instancias con un nombre particular con el que supone que siempre van a ser recordados, según ellos, positivamente.

De esa forma, durante el sexenio del priista Carlos Salinas de Gortari, se creó el pomposamente llamado ‘Programa Nacional de Solidaridad” (Pronasol), a través del cual se habría de abatir la desigualdad y la pobreza del país, aunque muchos saben que esa era la piedra sobre la que el entonces mandatario mexicano pretendía construir un nuevo partido, su propio partido, y que al final fue un sonoro fracaso junto con dependencias que conformaban al programa, como fue el caso de Diconsa y Conasupo, a través de las cuales se cometieron enormes fraudes y desvíos de recursos.

O qué le comento del programa emblema que pretendió imponer el también priista Enrique Peña Nieto, también pomposamente llamado Cruzada Nacional contra el Hambre, un pretendido Sistema Nacional en su momento encabezado por Rosario Robles, y del que al final del sexenio, ya ni el primer mandatario lo recordaba -¿usted sí?-, aunque oficialmente terminó el 30 de noviembre de 2018.

Llegaría el momento de las autoproclamada ‘cuatroté’ y cambiaron –otra vez-, los nombres de las dependencias, los colores, los emblemas y todo eso, como si con eso habría de cambiar también su funcionamiento. La palabra emblema del sexenio fue ‘Bienestar’. Había secretaría del Bienestar, Instituto de Seguridad para el Bienestar, el Gas del Bienestar, y un montón de programas más, y dependencias con cambio de nombre, pero todos llevaban ‘Bienestar’ como apelativo.

Se crearon dependencias también bautizadas pomposamente con nombres como el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado –que sustituyó al Servicio de Administración y Enajenación de Bienes (SAE)-, o Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), y el Propio Insabi, que solo sirvieron como receptáculos para que se desarrollaran y crecieran nuevos –algunos no tan nuevos, más bien reciclados- defraudadores. El Insabi se creó y desapareció en el mismo sexenio por el rotundo fracaso que representó, y sirvió sólo como barril sin fondos al que fueron lanzados miles de millones de pesos que todavía hoy no se sabe a dónde fueron a parar.

En el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, cuyo primer director, el coahuilense Jaime Cárdenas renunció antes de cumplir un año en el cargo, cuando encontró oídos sordos del entonces presidente cuando le enteró el amañamiento de las subastas en las que se beneficiaba a las empresas y no al estado, además de que había descubierto que trabajadores de la dependencia mutilaban joyas, como anillos a los que les arrancaban las piedras preciosas. Esto es, que el presidente estaba enterado y sabía los delitos que se estaban cometiendo a la sombra del instituto, y jamás hizo nada. Fue en ese caso también delincuente por omisión, o no sé si por complicidad.

Y qué decir de Segalmex, donde se cometió el más grande fraude perpetrado en toda la historia de nuestro país, dos o si me apura hasta tres veces el monto de la llamada ‘Estafa maestra’ que López Obrador tanto utilizó en campaña, y por la que fue encarcelada Rosario Robles. La dependencia fue creada para garantizar la seguridad alimentaria de los mexicanos, sobre todo de los más pobres, y al final sirvió para enriquecer ilegalmente a un puñado de funcionarios delincuentes encabezados por Ignacio Ovalle, a quien el presidente protegió al quitarlo del puesto y llevarlo al Instituto Nacional del Federalismo, de la secretaría de Gobernación. También aquí incurrió en delitos por omisión, o no sé si por complicidad.

Ahora nos anuncian que la secretaría de la Función Pública (SFP) se va a llamar la secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno, porque se quiere cambiar ‘la mística y la vocación’, pero dado los antecedentes mediatos e inmediatos como ¿por qué se tiene qué creer que, con el simple cambio de nombre de la dependencia, habrá un verdadero impacto en la vida de los mexicanos como se anunció durante su presentación en sociedad?

Esta película ya la hemos visto muchas veces, y el final siempre ha sido el mismo, con priistas, con panistas, con morenistas ¿Qué nos habría de hacer creer que, aunque sea la misma película, esta vez el final será distinto?

Digo, es una simple pregunta. Uno nada más por andar de metiche y preguntón.

 

laotraplana@gmail.com

X= @JulianParraIba

 

Autor

Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.
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Julian Parra Ibarra
Es director del diario digital La Otra Plana y la revista impresa Metrópolis. En cuatro décadas de ejercicio periodístico ha trabajado en diarios como El Norte de Monterrey, La Opinión-Milenio en Torreón, Esto en la Ciudad de México y a.m. en León, Guanajuato entre otros; ha sido conductor en programas de radio y televisión. Es columnista en varios medios impresos y digitales de Coahuila y Durango.