La escuela mexicana
Enlistó en sus 100 puntos de gobierno la presidenta Claudia Sheinbaum su visión del segundo piso de la 4ª transformación. Desconozco que tan original sea la lista, y esa economía moral que ahora se perfila como humanismo mexicano parece incluir algunas ideas y otras ocurrencias en diversos temas. En materia de educación mantiene algunas ideas limitadas. El modelo de nueva escuela mexicana parece seguir inserto en una realidad que ya no es la contemporánea. La escuela es una de las principales instituciones sociales y depositaria de ese engranaje para insertar un sujeto en el mercado económico. Sin embargo, la escuela se ha convertido en el suplente ideal de todas las otras instituciones sociales, si la familia fracasa la escuela suple esa transmisión de valores, si la religión calla la escuela suple la entrega y respuesta de preguntas mas allá del saber científico.
La escuela pretende civilizar y también ordenar al trabajo, pero lo cierto es que resulta imposible para el tiempo que tiene de actuación y los mecanismos que utiliza, la escuela, bien escribieron en alguna barda urbana: …será la segunda casa, cuando la casa sea la primera escuela…
El futuro de la escuela a nivel global es prometedor, aunque ha perdido el monopolio en la educación, sigue siendo el engrane de entrega del futuro. Su misión preparatoria al empleo le permite aspirar a contener en sus aulas no solo expectativas sino también rudimentos necesarios. Las competencias para desempeñar una función no se pueden obviar y aunque al parecer los títulos universitarios no están entre el listado de requisitos del futuro, si la experiencia, conocimiento, competencia y habilidades que siguen siendo principalmente entregadas en la escuela.
El futuro, incierto y ambiguo presenta una evidente diversificación del trabajo bajo nuevos esquemas, más empleadores en lugar de más empleados. Los “freelance” continúan creciendo en la economía mostrando que pueden combinar más empleadores en una jornada laboral. Antes se edificaba sobre la especialización, ahora el uso de herramientas iría supliendo el saber específico para requerir criterios amplios y flexibles que permitan adaptarse a un mundo volátil y ambiguo. Un generalista en tiempo de especialistas.
Prepararse para el futuro exige políticas públicas que permitan conducir ordenadamente el desarrollo. Si no lo hacemos antes necesitaremos políticas públicas para limitar las consecuencias y daños. Un ejemplo son las plataformas de vivienda como airbnb que están hackeando el mercado inmobiliario sacrificando a los inquilinos ante un mercado global más sustancioso. Este cambio seguramente imprevisto cuando empezaba hoy está exigiendo maniobras de control que nos hacen enfrentarnos a preguntas como; ¿cuánta libertad es suficiente? Las plataformas que han cambiado el trabajo por un servicio, los nuevos esquemas de contratación remota y ese turismo laboral como resultado de los empleos remotos comienzan a exigirnos acciones como país y replantearnos si la transmisión del saber con “calidad” en un entorno “nacional” es el principal desafío de la escuela.
Las universidades no pueden hacer frente a la obsolescencia y menos con un modelo jurídico que les obliga a presentar el programa de la asignatura como parte de su autorización y operación. Actualizar contenidos resulta costoso y solo aplicaba cuando el papel del estado era conservar en la educación el conocimiento mínimo transmisible pero hoy eso ya no es posible. Las exigencias a las instituciones educativas, que han perdido el monopolio de la preparación para el trabajo ahora deben ser en términos de flexibilidad, competencia e inserción laboral
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