MEMORIA DE UNA MOSCA

Nuestro cerebro es una maquinaria perfecta, de la que muy lentamente y gracias a diversas investigaciones, vamos conociendo facultades y misterios; entre los que ocupa lugar principal, la memoria.

Un artículo de Jessica Mouzo publicado este 3 de octubre por New York Times, la define como una biblioteca de recuerdos que se va formando en el hipocampo; donde la corteza prefrontal medial, la hace de bibliotecario para organizarlos y que podamos encontrarlos.

Y cita a Christopher Baldassano, investigador del Instituto Incite de la Universidad de Columbia en Nueva York, quien expuso en la revista Current Biology que la comunidad científica lleva largo tiempo intentando armar el rompecabezas que es la memoria y no hay una sola teoría.

La de él sostiene, que es el cerebro de cada persona conforme a su estado de ánimo del momento, el que fabrica y almacena nuevos recuerdos y es por eso, que las personas evocan lo sucedido de diversas formas.

Lo apoyó el neurocientífico Rodrigo Quian Quiroga investigador del grupo de Percepción y Memoria del Hospital del Mar Research Institute, y precisó que se conoce en donde guarda el cerebro los recuerdos y las áreas que en eso se involucran, pero se desconoce cómo se interconectan las neuronas para hacerlo.

Y que debido a que las experiencias que forman nuestros recuerdos son complejas, las partimos en pedacitos para que nos resulten más manejables; por ejemplo, los números de teléfono que colocamos en grupos de tres o cuatro.

En un artículo del pasado día 2, el corresponsal de Ciencia de la BBC, Pallab Ghosh, afirma que el estudio del cerebro es tan apasionante, que una red internacional de científicos llamada FlyWire Consortium está realizando una “fascinante investigación” sobre el cerebro de las moscas, que tiene más de 130 mil cables y 50 millones de intrincadas conexiones.

Se trata del análisis más detallado que se haya hecho del cerebro de un animal adulto y significa un “salto enorme” que arrojará luz a la comprensión del nuestro.

Y ha descubierto entre otras muchas cuestiones que los machos de las moscas de la fruta, cuyo cerebro es más pequeño que la cabeza de un alfiler, entonan canciones de amor para cortejar a sus parejas.

Una de las codirectoras del proyecto, la doctora Mala Murthy, de la Universidad de Princeton, explicó que el diagrama del cableado del cerebro o conectoma, podría catalogarse como un mapa de Google cerebral que ilustrará el funcionamiento de un cerebro sano, para poder compararlo con lo que ocurre en uno enfermo.

Opinión que respalda la también doctora Lucía Prieto-Godino, jefa de grupo que investiga el cerebro en el Instituto Francis Crick de Londres.

Tener un conectoma completo de un cerebro con 130 mil cables como el de la mosca, dijo, es una proeza técnica asombrosa; es como saber en un mapa de Google, donde están calles y edificios.

Y describir sus neuronas equivale a añadir al mapa los nombres de calles y ciudades, horarios de apertura de los negocios, números de teléfono y opiniones de los clientes.

Por su parte, el doctor Gregory Jefferis del Laboratorio de Biología Molecular del Consejo de Investigación Médica de Cambridge que participa en el proyecto, declaró a la BBC que aún no se tiene idea de cómo la red de células cerebrales nos permite interactuar entre nosotros y con el mundo.

Que la forma y estructura del cerebro de las moscas, son claves para explicar cómo un órgano del tamaño de una semilla de amapola es capaz de realizar tareas complejas.

Y que han podido identificar ya, los circuitos que involucran muchas funciones individuales; lo que allana el camino para encontrar los conectomas de cerebros más grandes y con muchas más neuronas, como el del ratón y quizá dentro de varias décadas el nuestro.

Por lo pronto, el conectoma de la mosca está a disposición del científico que lo quiera; lo que traerá una avalancha de descubrimientos, en los próximos dos años.

Y aunque aún no disponemos de la tecnología para ver el cableado de nuestro cerebro, porque los actuales escáneres sólo muestran una pequeña fracción de lo que hay en él, el estudio de la mosca ha iniciado una más profunda comprensión del funcionamiento de nuestra propia mente y quizá en treinta años, será posible disponer de un conectoma humano.

Que, gracias a la investigación mencionada, no partirá de cero.

Porque se sabe que los cables que intervienen en el movimiento están en la base del cerebro, mientras que los que procesan la visión, están en la parte lateral y que en ellos intervienen muchas más neuronas, porque ver requiere más capacidad de cálculo.

Y utilizando los diagramas de sus circuitos, se está indagando por qué las moscas son tan difíciles de atrapar y cómo captan la dirección en la que viene el periódico enrollado que las va a aplastar y lo trasmite a las patas, para que salten.

Lo que de paso podría explicar, por qué no siempre podemos matarlas.

 

Autor

Teresa Gurza
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