Imagina que, dentro de ti, existe una cámara con lentes de colores, bajo los cuales ajustas tu propia perspectiva en base a tus experiencias y los significados que le otorgaste a cada una de ellas. La puedes ajustar para eliminar los matices oscuros del dolor o con el tono que te permita protegerte y eliminar alguna cosa que te hizo daño.
La vista puede ser fenomenal, aunque, en realidad, todo el dolor y los colores oscuros sigan ahí, solamente que no los ves porque los escondiste y filtraste a través de tu cámara.
Es importante tomar conciencia de que, cuando interactuamos con los demás, nuestra «cámara» enfoca el mundo a través de esos lentes, proyectando, de manera inconsciente, nuestras percepciones, miedos y expectativas en ellos. Creemos, entonces, que la realidad es como la interpretamos, y no como realmente es. De ese modo, las conclusiones que sacamos sobre los otros son, en realidad, reflejos de nuestra propia realidad interna y de todo aquello que se quedó escondido bajo esos lentes y que, lamentablemente, no hemos resuelto.
Es decir, nuestra mente subconsciente proyecta el dolor de nuestras heridas del pasado en los otros, para que ellos sirvan de espejo de aquello que requerimos sanar en nuestras vidas, aunque no lo queramos o podamos ver.
Al hacerlo, nos confundimos; y, en vez de mirar hacia adentro para sanar nuestras heridas, cometemos el error de proyectar la responsabilidad de nuestro bienestar al otro: pretendemos arreglarlo, para que se ajuste a nuestras necesidades y vacíos internos, y piense como nosotros deseamos, actúen como nosotros esperamos, y sanen nuestro interior.
Este impulso, el de querer que los otros cambien según nuestros deseos, es una forma de evadir la responsabilidad de ajustar nuestro propio lente, para darnos cuenta de que, aquello que queremos que el otro arregle de sí mismo, nos habla de algo que nosotros requerimos integrar o resolver dentro nuestro. Es decir, de ver hacia adentro y no hacia afuera…
Al juzgar y tratar de dirigir a los otros, estamos proyectando, de una manera muy sutil, nuestras propias inseguridades y traumas no resueltos, evitando el trabajo interior que requerimos hacer para sanar y ajustar nuestro propio enfoque personal, nuestras propias heridas. En su forma más simple, estas heridas suelen relacionarse con tres preguntas clave: ¿Me siento seguro? ¿Me siento amado? ¿Me siento significativo o importante?
Si deseas mejorar la calidad de tus relaciones, para que puedan ser sanas y equilibradas, requerirás conectar con tus viejas heridas no resueltas. Con aquellas experiencias en las cuales quedaste con la sensación de una pérdida, o de una injusticia, o no pudiste encontrar un aprendizaje… de ese modo, en vez de quedarte estancado, podrás crecer a partir de ese suceso.
Si no te das a la tarea de sanar tu pasado, comenzarás a respirar a través de tus heridas, o a sangrar sobre quienes no tuvieron nada que ver con ellas. Le pasarás la factura a la persona equivocada, limitándote a alcanzar la felicidad, la prosperidad o el bienestar por el miedo a volver a sufrir.
En este día, me gustaría hacerte las siguientes preguntas: ¿Cuál es esa parte de tu vida qué te dedicaste a olvidar pero no a resolver? Los cambios que hiciste a partir de eso, ¿te están permitiendo vivir más pleno, más feliz? ¿O te han llevado a aislarte o a limitarte por miedo?
Sanar es una parte esencial del proceso de crecimiento, y con diversas técnicas de Programación Neurolingüística o de Hipnosis Profesional puedes acceder a aquello que generó una herida o un trauma en tu vida y encontrar lo que está escondido bajo tu lente; así podrás potenciar tus recursos, volverte más fuerte a partir de eso y comenzar a ver cambios de manera muy rápida y poderosa. Si deseas realizar un proceso de sanación profundo no dudes en contactarme, estoy aquí para acompañarte de una manera eficaz y certera en el momento.
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