El dos de septiembre de 1932, Pascual Ortiz Rubio renunció a la presidencia de la república. Fue el último presidente en renunciar al más alto cargo de la nación. Por un lado, habla bien de la estabilidad presidencial de nuestro país, que después de noventa y dos años, todos los presidentes han terminado su gestión. La estabilidad de las instituciones, ofrece cierta confianza, pues sin estabilidad no puede haber bienestar, no se generan las condiciones para un desarrollo en los diferentes aspectos de la vida social y humana. Esto es evidente y lo vemos hasta en la naturaleza, dónde gracias a la estabilidad de sus procesos, se genera vida.
Pascual Ortiz Rubio, llegó a la presidencia de la siguiente manera: en el México de los “caudillos”, Plutarco Elías Calles lo nombró candidato a la presidencia, pues Ortiz Rubio, no tenía el apoyo de algún partido fuerte, lo que lo haría muy manejable, y no representaría ningún obstáculo para él. Y como suele ocurrir en nuestro país después de algunos procesos electorales, el triunfo de Ortiz Rubio, fue considerado fraude.
La presidencia de Ortiz Rubio estuvo bajo la dinámica del “Maximato”, donde el «Jefe Máximo de la Revoluciónn Mexicana”, tenía el control de facto de la Nación. Esto unido a conflictos en varios estados del país, hicieron insostenible la presidencia de Pascual Ortiz Rubio. Cuando renunció dijo: “Salgo con las manos limpias de sangre y dinero, y prefiero irme, y no quedarme aquí sostenido por las bayonetas del ejército mexicano”.
La revolución de 1910, se hizo por un fraude electoral y la reelección de Porfirio Diaz. Díaz creía firmemente que su presencia era necesaria para la estabilidad política y social del país, y que así se pudiera garantizar el desarrollo y la industrialización de la nación. Los gobiernos emanados de la revolución, también tenían esta convicción: era necesario la permanencia del partido, para lograr la estabilidad política y social para poder generar desarrollo y crecimiento económico. Hay que reconocer que hubo avances y crecimiento, pero no se puede ocultar y negar lo mucho que faltó por hacer. En fin, esto muestra la limitación de todo sistema político y económico.
Sin embargo, ¿Qué tanto conviene que, por mantener la estabilidad, se sacrifique la legitimidad? La historia de la humanidad nos muestras muchos ejemplos de cómo para lograr “el bien común” se hace uso y abuso del poder, y terminan aferrándose a este último olvidándose de lo primero. Sería bueno recordar esas palabras de Ortiz Rubio: “manos limpias de sangre y dinero…”, la conciencia tranquila siempre será la mejor de las almohadas; y el dinero, cuando no es honesto, va a parar a un abismo que nunca se llena, y sólo insatisfacción y aburrimiento de la vida genera.
A Pascual Ortiz Rubio, se le debe reconocer su sinceridad y honestidad al darse cuenta que no era el hombre indicado, ya sea porque no tiene el apoyo, o la colaboración o las capacidades para estar al frente, prefiere hacerse a un lado que permanecer a la fuerza. Eso que dijo “y no quedarme aquí sostenido por las bayonetas del ejército mexicano”, nos muestran un rasgo noble, de un mexicano que no quiere ver más sangre de mexicanos derramada por manos de otros mexicanos. Sin legitimidad, la estabilidad no puede permanecer en su lugar por mucho tiempo.
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