Ohio, Estados Unidos.- Diversos estudios habían advertido de que el eritritol, un edulcorante artificial habitual en productos de panadería, bebidas, chicles y caramelos, aumenta el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares y este 8 de agosto una nueva investigación suma evidencias en contra de este sustituto del azúcar.
El estudio, dirigido por Stanley Hazen, catedrático de Ciencias Cardiovasculares y Metabólicas del Instituto de Investigación Lerner de la Clínica Cleveland (Ohio, Estados Unidos) y publicada este jueves 8 de julio en el portal científico especializado “Arteriosclerosis, Thrombosis and Vascular Biology”, demostró que el eritritol hace más activas las plaquetas (un tipo de célula sanguínea referentes de la coagulación), lo que puede aumentar el riesgo de coágulos sanguíneos, algo que el azúcar (glucosa) no hace.
La investigación, añade nuevas pruebas de que el eritritol no es tan seguro como lo clasifican actualmente las agencias reguladoras de los alimentos y debería reevaluarse.
“Muchas sociedades profesionales y médicos recomiendan habitualmente a las personas con alto riesgo cardiovascular (obesidad, diabetes o síndrome metabólico) que consuman alimentos que contengan sustitutos del azúcar en lugar de azúcar”, explica Hazen, autor principal del estudio, por eso la importancia de hacer estudios clínicos a largo plazo que ayuden a “evaluar la seguridad cardiovascular del eritritol y otros sustitutos del azúcar”, advierte el cardiólogo.
El eritritol, que se obtiene de la fermentación del azúcar del maíz, es aproximadamente un 70 por ciento más dulce que el azúcar y se usa como alternativa al azúcar o la sacarina porque no aportan calorías ni carbohidratos.
Pero, una vez ingerido, el eritritol no se metaboliza bien en el organismo, sino que pasa al torrente sanguíneo y se elimina a través de la orina. El cuerpo humano crea cantidades bajas de eritritol de forma natural, por lo que cualquier consumo adicional puede acumularse.
El eritritol está clasificado por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense) y por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria como ingrediente “generalmente reconocido como seguro”, lo que permite su uso sin restricciones en productos alimentarios, esto debido principalmente a que los alimentos naturales contienen cierto grado de glucosa y alcohol en sus componentes.
La nueva investigación, parte de un estudio anterior del equipo de Hazen, publicado el año pasado en la prestigiada revista científica ‘Nature Medicine’, que reveló que los pacientes cardiacos con niveles elevados de eritritol tenían el doble de probabilidades de sufrir un episodio cardíaco grave en los tres años siguientes, en comparación con los que tenían niveles bajos.
Aquella investigación también descubrió que añadir eritritol a la sangre o las plaquetas de los pacientes aumentaba la formación de coágulos. Estos hallazgos fueron confirmados por estudios preclínicos.
El nuevo trabajo se diseñó para observar de forma más directa los efectos en las plaquetas tras la ingestión de eritritol en una dosis típicamente contenida en un refresco o una magdalena “sin azúcar”.
En 20 voluntarios sanos, el equipo descubrió que el nivel medio de eritritol después de comer aumentó más de mil veces en el grupo que consumió eritritol en comparación con sus niveles iniciales; también se reveló que los participantes mostraron un aumento significativo en la formación de coágulos sanguíneos tras consumir eritritol, pero no se observó ningún cambio tras consumir glucosa.
Los resultados de este estudio llegan poco después otra investigación reciente de este grupo que mostraba que el xilitol, otro edulcorante artificial común, también afecta a las plaquetas y su consumo se asocia a un mayor riesgo de infarto, ictus o muerte en los tres años siguientes.
Los autores señalan que urge hacer más estudios clínicos que evalúen la seguridad cardiovascular a largo plazo de estos edulcorantes. “Las enfermedades cardiovasculares se acumulan con el tiempo, y las cardiopatías son la principal causa de muerte en todo el mundo. Tenemos que asegurarnos de que los alimentos que comemos no contribuyen de forma oculta”, concluye Hazen. (EL HERALDO)
https://www.ahajournals.org/doi/10.1161/ATVBAHA.124.321019
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