COMO DECÍA MI ABUELA

Renovarse… 

Cuando estaba en la secundaria elegí el taller de cocina —como lo conocíamos nosotros—, denominado taller de economía doméstica por la institución en la que yo estudiaba. Recuerdo que en las clases de teoría se nos instruía como debíamos acomodar una alacena, como hacer una despensa, cómo aprovechar los insumos para las comidas, como disponer una mesa, etcétera. También teníamos clases de bordado, mi abuela me ayudó a confeccionar mi mandil de cocina enseñándome las puntadas que tenía que realizar para bordar mi nombre en el mandil, y posteriormente el punto de cruz para unas manzanas que tenía en el decorado de las bolsas. Recuerdo que yo me sentía molesta por la manera tan estereotipada en que se estaba llevando a cabo la instrucción de este taller, pero mi abuela me animaba a seguir en él para aprender nuevas recetas y trucos de cocina, “lo demás —me decía— no importaba tanto, acuérdate que la vida es «renovarse o morir» lo importante es aprender y luego, aplicar lo aprendido”.

Aunque mi instrucción en la secundaria la llevé a cabo en los años 90s, con tristeza puedo observar que la educación para las mujeres no ha cambiado mucho en estos últimos 30 años. Seguimos esperando un rol tradicional, como sociedad, buscamos que las mujeres cumplan el papel de cuidadoras principales, de apoyo emocional para todos los miembros de la familia, no solamente de los hijos, sustento y nutrimento de la familia, que sean femeninas, dóciles, gráciles, gentiles, bondadosas, fieles, serviciales, amorosas. Y esperamos que las mujeres sean esto en medio de una sociedad en la que la economía ha cambiado y por lo tanto un sueldo ya no es suficiente para satisfacer las necesidades de una familia, por lo que las mujeres forman parte activa de la fuerza laboral social, pero se sigue esperando que cumplan con el rol principal asignado por su género femenino, las labores de cuidados y sostenimiento del hogar.

Esto ocasiona que aunque se dividan las tareas (porque hay hombres que aceptan estas realidades) no se divida la carga mental y en consecuencia, aunque el padre bañe a los hijos es la madre quién sabe dónde se encuentra la toalla, el jabón, los calcetines, el pijama etcétera. Aunque el padre lleve a los hijos a la escuela es la madre quién se levanta a alistarlos y preparar el lunch. Aunque el padre lleve a los hijos al médico es la madre la que sabe el horario de la visita médica, la fecha, y es ella quien luego está al pendiente del tratamiento indicado. Porque tradicionalmente se sigue esperando que sea la mujer quien esté mayormente disponible para proporcionar su tiempo para el cuidado de los miembros de la familia sea que trabaje o no

La familia tradicional así como la concebimos está destinada a morir. Pero, si no son las madres, ¿quiénes van a realizar las labores de crianza y cuidados tan necesarios para la subsistencia de los menores?

Muchas mujeres generan sus redes de apoyo con otras mujeres, madres, hermanas primas, amigas, personas a las que dejan al cuidado de sus hijos, sin embargo, esto no es suficiente ya que no todas las mujeres cuentan con estas redes de apoyo y aquellas que sí cuentan con ellas no cuentan con suficiente solvencia económica como para pagar por estos servicios, perpetuándose entonces la idea de que los cuidados no son en sí un trabajo o una actividad que merezca ser remunerada y por lo tanto resulta infravalorada.

Es por estas y otras razones, que dentro de la Agenda Feminista, se considera llevar a cabo un Sistema Nacional de Cuidados, que permita a las mujeres el pleno desarrollo de la actividad laboral que les parezca adecuada, sin el menoscabo de su salud mental, patrimonio y estabilidad de los hijos, como señala el colectivo Todas México “Los beneficios de invertir en sistemas de cuidados son, entre otros, la mejora directa del bienestar individual, la creación de empleos de calidad con retornos impositivos para el Estado, la mayor participación en el mercado laboral, especialmente para las mujeres”.

Recordemos que, además de los niños, las personas con discapacidades y personas de la tercera edad, también requieren cuidados, por lo que, un sistema implementado desde el Estrado, reconociendo a los cuidados como un Derecho Humano, facilitaría el acceso a todas las personas a los cuidados necesarios para su subsistencia, beneficiando directa e indirectamente a todos los sectores de la sociedad.

La cámara de diputados, aprobó en el 2020 elevar a rango constitucional el derecho al cuidado, estableciendo la obligación del Estado de promover la corresponsabilidad entre hombres y mujeres de los mismos, como decía mi abuela “renovarse o morir”, ahora sólo esperamos la ratificación del Senado, la cual no ha ocurrido después de 4 años, para hacer realidad un Sistema Público Nacional de Cuidados que permita la distribución más justa y equitativa en las labores de cuidados de todos los miembros de la familia.

Autor

Leonor Rangel
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