ZAGAL

Pareciera

Yo sé que nadie me preguntó, pero como todo mundo opina, aquí mi reflexión sobre lo ocurrido el pasado sábado, el atentado contra Donald Trump. Un suceso que le dio la vuelta al mundo y que, independientemente de la inclinación política que cada quien tenga, debe condenarse y esperemos no se vuelva a repetir.

Ojalá.

Vivimos en un mundo apresurado y poco paciente. Un mundo donde la conciencia parece haber pasado a un segundo plano, y en el que nunca antes había sido tan importante la primera impresión y el efecto que esta genera. Existe una homocreada necesidad de inmediatez, de la que nos sentimos con derecho de satisfacer o de que sea satisfecha por alguien más. Por eso que las palabras estructuradas que conforman una narrativa, nos concedan una ayuda indirectamente pedida para no pensar, solo sentir y discernir a partir de ello.

Pareciera que las características humanas que nos distinguen del resto de la creación, estan suprimidas ante la ingeniería social que busca la manipulación colectiva y la renuncia al poder individual de poder construir el tiempo a través de la imaginación del futuro, el recuerdo del pasado y la vivencia el presente, con una nueva legitimación de ese poder individual radicada en el odio.

Durante muchos años, el lenguaje ha sido utilizado para crear versiones simplificadas o magnificadas, pero siempre distorsionadas, de la realidad. Instrumentalizadas principalmente para servir a distintos intereses políticos y culturales, las narrativas han servido para construir mitologías históricas, estructuras sociales y para la creación de enemigos.

Es difícil imaginar algo más impactante que un intento de asesinato contra un candidato presidencial, no obstante me queda la duda: si no hubiera sido un candidato presidencial, ¿habría ocurrido? ¿cuál fue la motivación detrás de todo?

Expertos de café en extremismos sociales no se cansan de señalar que múltiples factores se fueron acumulando hasta llegar a lo sucedido el sábado en contra de Donald Trump. Desde envidia, fobias políticas y hasta teorías de conspiración, forman parte de la conversación que busca explicar algo tan grave y complejo como lo es un intento de magnicidio.

Parece haberse normalizado el hecho de que las amenazas contra actores políticos ya son habituales. Basta con visitar cualquier red social para ver como las amenazas de violencia contra políticos aumentan a medida que avanza no solo un ciclo electoral, sino el tiempo.

Por eso, yo creo que hemos llegado a un punto en el que se ha perdido la noción de que lo que determina una verdad son los hechos y no los sentimientos; y las narrativas han logrado que impere lo segundo sobre lo primero. A nadie nos consta nada, y aún así podemos reaccionar como si en efecto nos constara. Reconocemos que nadie puede tener todo el conocimiento, pero de ese todo nos conformamos con tan poco.

Es difícil que el mundo, como lo conocemos, llegue a cambiar. Las narrativas de odio y resentimiento seguirán siendo utilizadas como herramientas de poder para promover y justificar ideologías en el colectivo, tal y como se ha visto a lo largo de la historia. Y, alterando un poco la icónica frase, si no reconocemos que esto existe, seguiremos condenados a su repetición.

No es solo lo que se dice en los discursos de campaña o en los medios lo que importa. También es relevante lo que pueden llegar a decir el maestro, el jefe, el amigo, el hermano, el papá o la mamá, etc. Y claro, importa y preocupa el hecho que un individuo delegue la potestad de pensar, simplemente para no tener que hacerlo.

Ante la inevitable realidad de que las narrativas siempre buscarán generar nuevos enemigos, y para mejorar la divulgación y el consumo de las narrativas propias y/o ajenas, ¿porque no fijarse cada quien un criterio propio? Recordemos que el verdadero enemigo está en uno mismo.

Podemos partir de una reflexión ecléctica, siguiendo lo que dice Mateo 15: no lo que entra en la boca contamina al hombre; más lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. Complementado con el planteamiento del Bhagavad Gita: cuando no hay enemigo interior, ningún enemigo exterior puede hacerte daño.

 

Reciban un saludo, muchas gracias.

@dan_fdz

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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