¿TIENE CASO LUCHAR CUANDO NO SABES A DÓNDE QUIERE IR EL OTRO?

La mente siempre trata de encontrar respuestas, y muchas veces esas respuestas no tienen nada que ver con nosotros, sino con la falta de responsabilidad del otro al no querer asumir las consecuencias de sus propias decisiones

 Una parte esencial en cualquier relación humana es el compromiso. Este compromiso implica dedicación hacia la otra persona, un grado de interés y de participación con acciones diarias y el cumplimiento de acuerdos dentro de cualquier tipo de relación.

Y uno de los momentos más difíciles para cualquier persona, es aquel en el que nos enfrentamos a situaciones que no son como nos dijeron que iban a ser, como me las habían prometido o como las habíamos planeado. Cambian. Y no solamente cambian, sino que cambian sin previo aviso y sin una respuesta ante ello. Y todo queda suspendido, sin un cierre o sin voluntad de comunicación. Y queremos respuestas, pero las personas carentes de compromiso no están dispuestas a darlas.

Y es que, cuando decidimos sobre nuestras cosas, sobre nuestra vida, es más claro tomar una decisión. Pero cuando somos personas acostumbradas a cumplir, nos quedamos en un limbo, sin saber cómo accionar, y llega el momento más duro en cualquier tipo de relación: la incertidumbre. Porque cuando tenemos un “sí” o un “no”, sabemos cómo accionar. Pero cuando tenemos un “sí… pero no” o un “no… pero sí”, nuestra mente se confunde y nos quedamos en pausa. ¿Por qué, entonces, nos quedamos enganchados?

Esto se debe a la disonancia cognitiva a la que nos estamos enfrentando, y que provoca que nos hundamos en la ansiedad y la desesperación frente a la incertidumbre en que, sin pedirlo, nos dejaron atascados, con señales cruzadas e inconsistencia. Comenzamos a vivir en un infierno debido al miedo, y caemos en la trampa de dudar de nosotros mismos y sentirnos incompetentes al hacernos la pregunta: ¿habré hecho algo yo? Y la única respuesta que encontramos, es a través de culparnos a nosotros mismos.

La mente siempre trata de encontrar respuestas, y muchas veces esas respuestas no tienen nada que ver con nosotros, sino con la falta de responsabilidad del otro al no querer asumir las consecuencias de sus propias decisiones. Ya que no decidir, es también decidir. Y se vale que cada uno haga lo que desea, pero no con uno…

Seamos personas responsables: asumamos la responsabilidad de nuestro sí o de nuestro no, y no nos llevemos entre los pies a los demás. Es válido cambiar de opinión, siempre y cuando lo comuniquemos. Comencemos a tratar a los demás de la misma manera en que nos gustaría que nos trataran a nosotros mismos. Y entendamos que, la única manera de construir es en base en la verdad.

Entonces. ¿qué podemos hacer ante preguntas sin respuesta? Mi recomendación es: hazte cargo de lo que estás sintiendo sin que esperes a que el otro lo haga, aunque sea su responsabilidad. Si el otro no quiere compromiso, no es justo para ti permanecer ahí. Si el otro no te da tu lugar, posiciónate tú en el lugar en el que quieras estar: de tu parte.

Después, busca, detrás del reclamo hacia el otro, cuál es tu necesidad de fondo. Y encuentra cómo llenar ese vacío, o cómo sanar esa experiencia. Ésta es la clave para dejar de depender.

Finalmente, encuentra el aprendizaje en la situación. ¿Cuál fue tu punto ciego? ¿Cuáles fueron las banderas rojas que omitiste? ¿Cómo puedes prevenir lo mismo en el futuro?

Recuerda que la vida se vive mejor cuando dejas de centrarte en lo que pasa fuera de ti, para centrarte en lo que sucede dentro de ti. Y acepta que hay personas que cuando las invitas a vivir de tu paz, te quieren arrastrar a vivir en sus tormentas, porque están acostumbradas a vivir en el drama y el conflicto. Pero tú tienes la capacidad de decir sí o no ante cada una de ellas.

 

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